Tu fe nunca decaiga
El pasado sábado 8 de marzo se cumplieron 50 años desde que la ONU formalizó la conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Y, por mucho que me avergüence admitirlo, ese sábado desperté con un profundo sentimiento de desilusión.
Yo tomé conciencia de mi propio espíritu feminista durante la adolescencia, que en mi caso coincidió con lo que hoy se considera una de las eras doradas del movimiento. Era 2018, y las luchas sociales a favor del progreso se encontraban en un esplendor sin precedentes. Permeaba en las calles la emoción por una transformación que parecía estar llegando, y fue así que en ese 8M esas calles fueron inundadas por la marea morada. La marcha de 2018 fue catalogada como "histórica" por medios internacionales como "The Guardian" o "The Washington Post". En ese momento tenía 16 años y caminando entre mujeres y gritos de esperanzadoras consignas me sentí motivada para, como decía el lema de la manifestación, "parar el mundo".
Las riadas lilas se tornaron tsunami cuando en 2019 las cifras de participación en las manifestaciones alcanzaron récords aún más altos. Invito y reto a quien estas líneas esté leyendo a buscar imágenes de la concentración en Gijón sin que se le erice la piel. El feminista era el más vivo de los movimientos no solo en las calles sino en los congresos, en las aulas o en las redes sociales. Creo que en ese momento entendí cómo se habría sentido mi padre siendo fan del Sporting durante las décadas de los setenta y ochenta.
Me pregunto ahora, en 2025, cuál fue el momento en el que el péndulo empezó a oscilar en la dirección contraria. Esas mismas redes sociales y esos mismos congresos están hoy plagados de un sentimiento reaccionario, y la opinión generalizada parece ser el discurso conservador y retrógrado que cada vez cala más en la población. Ese sábado desperté con un profundo sentimiento de desilusión ante un panorama de hostilidad contra el feminismo y de fractura dentro de sí mismo. ¿Dónde quedó esa era dorada? Recordé, sin embargo, que mi padre sigue acudiendo a El Molinón siempre que tiene ocasión. Partido tras partido, derrota tras derrota, la lealtad a su equipo no decae porque su convicción de la "batalla sin cesar" es más grande que cualquier otra cosa. Me niego a abandonar a mi equipo, independientemente de dónde se sitúe el maldito péndulo. Igual que tantos y tantas llevan el rojiblanco dentro, yo llevo el morado.
Después de animarme a acudir a la manifestación y recuperar esa esperanza que me inundó con 16 años, de nuevo rodeada de miles de personas que siguen luchando, ese sábado me acosté con un profundo sentimiento de ilusión.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

