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Fumaba tranquilamente un largo narguile

7 de Febrero del 2011 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Al atisbar por encima de la crisis vemos como la gran Oruga Azul: «fumaba tranquilamente un largo narguile, sin prestar atención ni a ella ni a cualquier otra cosa» [Alicia en el país de las maravillas]. Perdida la vergüenza la gran Oruga azul no quiere liberar a las personas. Tenemos tecnología y conocimientos para hacer una sociedad bálsamo para la Humanidad, una sociedad libre en busca de su realización; pero ocurre lo contrario. El sistema no funciona, no trae progreso. Y no porque sea esencialmente malo [no lo puede ser, nos ha traído hasta aquí] sino porque no tiene los componentes adecuados de moral y de renta básica universal: esa hibridación de los conceptos liberales cabalgados por el compartir de una renta básica universal. Ése debería ser el objetivo del FMI [de suyo seguro que está olvidado- entre sus objetivos fundacionales]. Pero la gran Oruga azul sentada sobre la seta del libertinaje no lo ve. Acapara bulímicamente para unos pocos la riqueza sin importarle la famélica legión: esa gran mayoría doblegada y silenciosa [aquí los medios de comunicación y las TICs entran en juego].

Es necesario que recuperemos la dignidad que nos han arrebatado: primero por medio de una educación inadecuada, luego con una formación adecuada a sus intereses convirtiéndonos en obtusos sujetos de consumo, marcados por el marketing político para la dirección de nuestro pensamiento, y por el comercial para la de nuestros deseos. ¡Pero no os dais cuenta que fabricando sin luz nos dejáis sin empleo y apagáis nuestro consumo! ¿Qué plan habéis trazado para el mundo? ¿La grande bouffe? Un desproporcionado suicidio de privilegiados mientras fuera de la gran villa campa la gente ahíta de ignorancia y desamparo en busca de libertad. Los acontecimientos de Túnez, Argelia, Egipto... No son producto o causa de su localismo, en Islandia también hay revolución. Aquí mismo en Asturias aún estamos pendientes de recuperar un poco la dignidad olvidada. No es cuestión de corregir corruptas ilegalidades [salirse del camino y no seguir la senda marcada] que de esas se encargará la Justicia. Sino de establecer moralidades [escoger el camino correcto] que de esas somos responsables nosotros. En democracia podemos hacer la revolución cada cuatro años y no la hemos hecho, nos falto moral.

Decía hace poco el señor García Vigón algo así como: «...después de esta crisis los trabajadores no volverán a estar seguros... ». No lo sé... Lo realmente cierto es que la única seguridad que deberá tener un buen empresario es aquella que le dan sus trabajadores: un equipo con el que podría hacer cualquier cosa con exito. De suyo siempre ha sido así, pero... ¡Van quedando tan pocos empresarios de esos! Claro que quizás «la culpa es de los trabajadores por tener los sindicatos que tienen» [dixit Bueno]. Es cierto que un empresario debería ser libre de hacer... Ahora bien: ¡cómo se atreviese a despedir a alguien del equipo!: estaría suicidando la empresa. Países hay en los que apenas necesitan leyes al respecto [como tampoco las hay sobre el uso del papel higiénico], ni que un papá Estado subvencione a los sindicatos, o a los empresarios, o a sus empresas; pues para eso se suponen que deben ser empresas inteligentes y equipos eficientes. Lo que el Estado debe hacer es poner las condiciones para que los trabajadores sean los requeridos para el progreso [sanos, educados y bien formados] haciéndolo por medio de sus funcionarios, y conseguir que los empresarios sean eficaces; diferenciando empresa [pocos impuestos], de empresario [mayores impuestos si invierte más en su patrimonio que el la empresa] y, por supuesto, negarles cualquier tipo de subvención. Pues las subvenciones a las empresas, así como ciertas empresas públicas sin funcionarios, son favoritismos que hacen que desaparezcan los empresarios eficientes; quedando la sociedad con trabajadores alienados y con empresas anquilosadas. [Los sindicatos a lo suyo, que no es ni la formación ni el marketing por medio de sus revistas].

Los islandeses y su silenciada revolución [apenas aparece en los medios] vuelan como una bandada de estorninos en busca de respuestas y responsabilidades. Aquí estamos esperando la devaluación de los pisos de nuestras hipotecas. Pisos que pagaremos con nuestro esfuerzo [si nos dan empleo] aunque no aumente por ello nuestro valor patrimonial. ¿Dónde se ha ido todo ese valor? Los gestores de todo eso se prejubilan rescatados por nuestros impuestos sin pagar ninguna responsabilidad por ello, y, encima, son indemnizados de por vida. La culpa, no tengan la menor duda, es de los fumadores. Contra ellos debemos dirigir nuestra ira de masas. Debemos vigilar y denunciar el humo junto al parque infantil de nuestros niños, y no la previsible hoguera de su quema futura. Debemos defendernos de esa corrupta contaminación y denunciar a esos culpables que con sus colillas ensucian nuestro suelo [lo de los chicles es otro cantar]. Mientras, la gran Oruga azul fuma tranquilamente un largo narguile.

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