Oviedo, una ciudad con sus niños en busca y captura
Me acompañan ya 50 años a las espaldas, nacido y criado en el entorno de la actualmente denominada plaza del Fresno, creciendo alrededor de la misma, jugando mil y una tardes, conviviendo niños y pelotas con el resto del barrio sin que nunca supusiera problema alguno, y así durante décadas y décadas. ¿Y ahora supone un conflicto lo que nunca lo fue? Qué triste resulta que quien tenía hijos que jugaron tardes y tardes en dicho entorno sean los que ahora se lo niegan a las nuevas generaciones por motivos que no van más allá del simple egoísmo y el permitir que el tiempo nos convierta en gente triste y taciturna a la que la presencia de niños jugando tan solo nos provoca rechazo y malestar. Nostalgia de aquellos tiempos de mi niñez en que a nuestros mayores se les iluminaba la mirada y les embargaba la felicidad de verse rodeados de niños jugando, corriendo, riendo, disfrutando, viviendo... Somos nosotros, los adultos, los que debemos plantearnos qué hacemos mal para que algo que se ha visto en dicha plaza durante más de medio siglo nos suponga una molestia al alcanzar cierta edad. Se habla de convivencia para justificar la actual medida. ¡No salgo de mi asombro! Desde mi ingenuidad, siempre interpreté este término como una manera de buscar y alcanzar acuerdos que satisficieran a todas las partes. No lo veo en un caso como este, en que dicha convivencia consiste en la prohibición total para una parte y la concesión absoluta para la otra. Eso sí, continuaremos promocionando la ciudad desde falsos eslóganes alusivos a políticas y actividades que nada tienen que ver con lo que la gestión del Consistorio demuestra con medidas como la que nos ocupa.
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