Feminazis: ¡respeten a la Santina!
Hace muchos años que en España el Día Internacional de la Mujer Trabajadora ha pasado a ser el día del feminazismo holgazán y cobarde en forma de agravios, insultos y afrentas contra la Iglesia católica o los principios que la sustentan. La reciente manifestación en Gijón aprovechó este día parodiando la imagen de la Santina sacada a hombros por un grupo de encapuchados, es decir, con iguales formas que los cobardes terroristas; con el asentimiento de los sindicaleros de Comisiones Obreras y también del ministro de Incultura, Urtasun.
¿Se atreverían estos cobardes feminazis, los sindicaleros o el propio ministro a parodiar con Mahoma, o les faltan bemoles y les sobra cobardía? ¿Se atreverían estos feminazis a parodiar con alguna referencia islámica sacada en andas, convirtiéndola en queer, gay, transexual, transgénero, bisexual, arromántica, agénero, pansexual, polisexual, poliamorosa o no binaria? ¿Se atreverían?
Por si fuera poco, este año el feminazismo en España ha perdido la ocasión de parodiar la "Ley de solo sí es sí" (excarceladora o rebajadora de penas a los violadores), de parodiar a la "catedrática" Begoña, al trabajador y hermanísimo de Sánchez, a Errejón, Monedero, Ábalos, Koldo, Ángel Torres, Tito Berni, al Palacio de Galapagar, a los 15.500 de soldada mensual de la eurodiputada Irene Montero, y al resto de las manadas podemitas y socialistas, tan históricamente comprometidas con las mujeres; con las mujeres de catálogo, parece ser.
Desde hace poco, piropear en España a una mujer se ha convertido en causa penal, pero parodiar a la Santina es libertad de expresión si lo hacen los feminazis. ¡Qué asco!
Desde aquí pido tanto respeto para la Santina como para la legítima y verdadera defensa del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, que en modo alguno puede ser sustituida por ninguna otra reivindicación que no sea la de hacer valer la dignidad de la mujer, en todos los órdenes de la vida. Quienes participan de estas burlas, quienes asienten, o quienes las callan, son tan cobardes y despreciables como sus encapuchados actores principales.
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