Gijón tiene un olor especial
En esta ciudad hice la mili allá por el año 1975, en el cuartel de Simancas y en La Providencia. En Guerrilleros, una compañía de operaciones especiales (COE-72) muy valorada, el capitán Centeno a la cabeza. Fueron meses de juventud, testosterona, ilusión y decisión sin límite, fue un año de sensaciones personales ilimitadas, donde nos hacían creer y ver que podríamos alcanzar todo con nuestra juventud sin explotar, con gran decisión y ganas de comernos el mundo, con destreza, agilidad y profesionalidad aquellos sargentos nos entrenaban y enseñaban a sobrevivir, luchar y defenderse, nada era inalcanzable para aquellos jóvenes osados y bien entrenados. Orgullosos estábamos de convertirnos en verdaderos boinas verdes al servicio del pueblo español, es más, allí no se jugaba a soldaditos de mentira como hace Sánchez ahora metiéndonos de lleno en guerra y belicismo. Allí se entrenaba con fuego real, con artes marciales de defensa y ataque, con marchas de supervivencia y con entrenamiento militar durante muchas horas. Un abrazo a todos los guerrilleros, amigos y compañeros.
Fuera de ahí, siempre sentí Gijón como un lugar hermoso y relajante, allí pasamos meses de verano con los hijos en esa bella playa de San Lorenzo, disfrutando del deporte, tan arraigado en Gijón, incluso mis hijos jugaron allí, Veriña y en todas las categorías del Sporting hasta jugar el segundo B, ahí se quedó por una lesión. Guardo un recuerdo muy especial para Fernández, el negro, José Luis, Floro, y otros que formaban parte del cuerpo técnico de las categorías base de aquel Sporting cargado de empatía por toda España.
Pero de todo ello, me quedo con la ciudad y sus gentes. No es que fueran amigables, dejaban vivir y sabían vivir.
Es una ciudad para disfrutar del amanecer, de la puesta de sol, de su paseo, sus sidrerías, calle Corrida, Cimadevilla, cerro de Santa Catalina, su puerto deportivo, playas de Peñarrubia, Serín, La Cagonera, Estaño o La Ñora; ahora la del Arbeyal y Poniente, su gran variedad gastronómica, su Feria de Muestras, la Semana Negra, sus alrededores para pasear a la vera de los acantilados, museos, acuario... La Universidad Laboral me gusta por lo que es, por su historia y por su enclave, se respira otro aire, su sol es salud, la brisa de ese mar enamora y serena. Piel morena.
Eso sí, las generaciones actuales son como más tristes, aquel Gijón del alma cargado de diversión, música y familiaridad va desapareciendo como por todos los lugares, faltan niños y a la par jóvenes, no es que sobren viejos, pero los viejos sin prole detrás se hacen más aburridos, vulnerables, tristes y solitarios.
Nadie apuesta por la natalidad, así se morirá Gijón y todas las ciudades con encanto y sin él. Solo quedará un recuerdo de un tiempo pasado que, con todas las necesidades que ustedes pudieran imaginar, fue mucho mejor. Quién no lo vivió no lo comprenderá jamás. Nuestra generación fue con creces la más agraciada de todas cuantas hubo y habrá, vivimos la dictadura, la pobreza, la llegada de la televisión, el teléfono en casa, la ilusionante transición a la democracia, logramos sin grandes estudios y licenciaturas trabajar y alcanzar logros en materia de bienestar, libertades y derechos para culminar con saborear la agradable e imparable industrialización, mecanización, reindustrialización e informatización, para ahora ser pasto de todas esas nuevas tecnologías que nos apartan de un mundo en constante evolución. No sé si es progreso, el ritmo de vida va por delante de la capacidad de la mayoría para asumirlo sin morir en el intento.
Para relajar este ajetreo de vida, nada mejor que un paseo por Gijón.
Gijoneses, no saben lo que tienen. Aquí en Oviedo les llaman los del culo mojado, pero es pura envidia, a pesar de que Oviedo sea otra ciudad hermosa para vivir.
Yo me iría mañana mismo a vivir de seguido ahí. Pero me temo que en Villamiana tengo mi nido y los seres queridos con los que quiero compartir lo que me quede de vida. Una sonrisa, un abrazo y un beso para quien lo quiera recibir.
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