Quintana, guerillero antifascista
Cuando mataron a Quintana yo tenía 8 años. Muchos asturianos y asturianas de mi generación, sobre todo los de las Cuencas, ya habían oído hablar de Quintana en las largas noches invernales cuando las familias se reunían en torno al hogar a escuchar a continuación alguna de sus espectaculares acciones. Habían oído hablar de su lucha indeclinable por la libertad, la justicia y el cambio social, de su nobleza y su valor, reconocidos incluso por sus enemigos.
El 13 de agosto de 1951, Ángel Díaz Diego y Adolfo Quintana Castañón fueron cercados en una casa del Pedrosu por numerosos guardias civiles de varias comandancias de la región. A pesar de la diferencia numérica, las fuerzas de la represión no se atrevieron a asaltar la casa. Quintana y el Canario podrían decir como Don Quijote a su escudero: «Yo valgo por ciento». Por fin, a mediodía del 14, con bombas incendiarias prendieron fuego a la casa y, cuando los sitiados tuvieron que salir, se apresuraron todos a dispararles a mansalva.
Estamos en 2011. Se cumplen sesenta años de la muerte de Quintana y su compañero. Ya es hora de rendirles un homenaje a ellos y a todos los que cayeron en aquella heroica y desigual lucha en la que las fuerzas del franquismo actuaron con carta blanca, con métodos terroristas, con absoluto desprecio de los derechos humanos. Que personajes tan siniestros como C. Ramos no hayan sido juzgados en la etapa democrática, que hayan gozado de total impunidad, es algo que refleja el escaso nivel de la democracia actual. No es ni imaginable que en la Alemania de la posguerra o en Italia un dirigente nazi o un torturador siguiera campando a sus anchas sin que la justicia le pidiera cuentas por sus crímenes.
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