Vidas por pieles

14 de Febrero del 2011 - Sabino Álvarez Pazo (Mieres)

En LA NUEVA ESPAÑA del viernes 10 de diciembre de 2010 leo lo siguiente: don Miguel Marinero, diseñador, especialista en peletería, dice que «la piel gusta porque da morbo, yo la encuentro muy sexy. Carmen Lomana es puro glamour y tiene una de las mejores colecciones de pieles de España».

Muy bien, don Miguel Marinero, pero ¿ha pensado usted en el sufrimiento causado al animal que porta esa piel solamente por el mero hecho de lucirlo como prenda de lujo? ¿Sabía usted que incluso les quitan la piel estando vivo el animal porque dicen que ésta se conserva más bonita? Imagino el inmenso dolor que sentirá el pobre animal ante tan horrendo sacrificio. ¿Imagina usted que seres superiores en técnica y potencia invadieran el planeta Tierra e hicieran con nosotros lo mismo que hacemos con esos desdichados animales? Creo que usted se reirá de esto último que he dicho, pero ¿sabemos con seguridad si estamos solos en el universo? Bien: dejémonos de suposiciones y centrémonos en el tema de las pieles y los animales que las portan o portaban.

Es muy posible que tanto usted como doña Carmen Lomana vean totalmente natural el sacrificio de animales como chinchilla, astracán, visón y un larguísimo etcétera, ya que de sus hermosas pieles hacen abrigos y otras prendas para que los cuerpos de las personas que los portan estén más bonitos: mi conclusión es que el cuerpo de la exponente de turno puede ser del todo punto ordinario y lo «disimula» con la belleza de las pieles que para tal fin han sacrificado la vida de decenas de animales que de no ser por estas circunstancias no tendrían necesidad de morir, por lo menos en esos momentos.

También es posible que ustedes piensen y digan que los animales se comen: pues sí, es cierto que muchas personas comen carne de animales, pero, aunque nos podemos alimentar sin recurrir a la carne animal, difiere bastante si el sacrificio es para vestir su piel o para el consumo humano, porque cuando el sacrificio es para vestir, en muchos casos lo hacen sacándole la piel al animal en vivo, con el consiguiente dolor tan atroz que sentirá, ya que parece ser que así se conservan más bonitas, como he dicho antes, mientras que los sacrificados para el consumo humano normalmente lo hacen en los mataderos, donde los matarifes de turno, al ser muy buenos especialistas en su cometido, procuran por todos los medios que los animales sacrificados sufran lo mínimo posible.

Lo que sí está muy claro es que la prepotencia de nuestra especie para el uso y abuso con los animales está más que demostrada, ya solamente con hacer referencia a las masacres que hacen los llamados toreros en los ruedos para goce y disfrute de personas carentes del buen sentido de la piedad, porque la visión de ese toro vertiendo su sangre a borbotones por las heridas causadas durante la lidia por los toreros y sus ayudantes no veo que pueda ser espectáculo agradable para personas piadosas.

Donde mi extrañeza alcanza un grado digamos superlativo es cuando personas creyentes que rezan y adoran a Dios no se recatan en aplaudir las faenas de estos toreros cuando masacran cruelmente a estos animales; no debemos olvidar que quien creó a los seres humanos también creó todo lo demás, animales incluidos. Me refiero, por supuesto, a Dios nuestro Señor, creador del universo.

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