¿Armar el rearme?
Causa dolor y pena asomarse a LA NUEVA ESPAÑA y ver la imagen retrógrada que se desprende de sus columnistas habituales, cuyas opiniones empiezan y acaban invariablemente en una crítica mordaz contra el Gobierno y su presidente, sea cual sea la temática de actualidad o la posición del Ejecutivo al respecto. Resulta especialmente penosa la anacrónica imagen belicista plasmada en las últimas fechas a propósito del rearme europeo, precisamente en el momento en que desde las más altas instancias internacionales -llámese ONU o Vaticano- se urge la necesidad de que callen las armas y se emprenda el camino de la cordura hacia la paz tanto en Ucrania como en Palestina.
Acusan esos columnistas al presidente Sánchez de tibio, de vacilante frente a la propuesta de rearme europeo, dando por incuestionable que una multitud de arsenales armamentísticos sería la salvaguarda infalible de la supervivencia de Europa. ¿A qué nos puede conducir semejante locura armamentista si no es a entrar en competición en un nuevo proceso de guerra fría a tres bandas, con una Europa en evidente desventaja, entre otras razones por su delicada ubicación en medio de dos fuegos? Se aduce como argumento para el rearme el potencial expansionismo ruso, sin reparar en que el real expansionismo yanqui se halla instalado desde hace décadas dentro de nuestras fronteras. El dogma norteamericano de que "las armas nos hacen libres" se ha expandido en Occidente como un reguero de pólvora hasta donde alcanza el brazo colonizador. Concretamente en el caso español, ese dogma, aliado con el fantasma del "enemigo exterior" (Marruecos, por supuesto), propició la instalación de bases militares yanquis en nuestro territorio y el equipamiento costosísimo de una flota de aviones de combate comprados, ¡cómo no!, a la industria norteamericana. Pero de nada nos sirvió todo ese derroche cuando el fantasma despertó para invadir nuestra provincia sahariana, ya que nadie, ni bases ni flota, advirtió de la maniobra ni movió un dedo para detenerla.
Es una ingenuidad pretender que Europa construya una autonomía defensiva real sin antes plantear el desmantelamiento de las múltiples bases militares extranjeras afincadas dentro de su territorio. Y es un gravísimo error pensar que Europa vaya a ganar el respeto internacional por la vía de las armas. Las armas se han hecho para matar, por eso siempre han sido y seguirán siendo una amenaza tanto hacia fuera como hacia dentro. Las armas también matan en la guerra fría, y desde el momento mismo en que invaden espacios presupuestarios dirigidos a la defensa de la salud, de la cultura, de la dignidad humana, de la paz, de la solidaridad y de la justicia. Estos, y no otros, deberían ser los verdaderos arsenales de Europa, arsenales de valores basados en el humanismo frente a la barbarie, si es que de verdad quiere recuperar el respeto hace tiempo perdido.
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