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El planeta de los simios

8 de Febrero del 2011 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

El sábado pasado, anterior a los idus de febrero, languidecía distraídamente la tertulia familiar de sobremesa, cuando una corta frase (no recuerdo a santo de qué) la reanimó como esas rachas que levantan de improviso una llamarada del rescoldo. Pues yo creo en Dios, dijo la madre; a lo que uno de los chicos replicó a quemarropa: -Pues en lo que yo creo es en el mono.

Sobrepuestos ya del sobresalto ante tan insólita profesión de fe, las cosas se fueron aclarando. Nada de sectas satánicas ni de lóbregas logias masónicas. El neófito de la cofradía del mono que teníamos en casa sin saberlo había sido científicamente catequizado en clase de natu, con el tema de la evolución donde, según el chaval, no intervienen dioses modelando el barro o realizando cirugía plástica en el costillar de Adán. Todo meridianamente claro en una fotocopia sobre papel reciclado (para frenar la deforestación del paraíso natural); por una cara el texto y por la otra la imagen (que sigue valiendo más que mil palabras): una retahíla de primates, el primero a cuatro patas y cubierto por una tupida pelambrera, el siguiente ya en cuclillas; y los demás cada vez más tiesos y menos peludos; hasta el último ya completamente erguido y del todo lampiño, sapiens sapiens por el plan de Bolonia y listo para enfundarse un traje y una corbata en sustitución de la perdida pelambrera y ocupar un despacho de ejecutivo o de cualquier cargo de libre designación. Y hasta aquí hemos llegado. Fin de la evolución (al menos por ahora).

Tentado estuve de agitar ligeramente aquella tersura mental dejando caer que de alguna parte vendría el mono; que desde mucho antes de que a los monos les diera por pasarse la vida haciendo monerías, todo cuanto se mueve bajo el sol es (somos) literalmente polvo de estrellas; que por muchos millones de años luz que la ciencia desplace la cuestión del origen, la pregunta más antigua vuelve con la inmediatez que nace del asombro: -¿Por qué hay algo en vez de no haber nada?

Pero me venció una pereza infinita, la que me suele invadir como una niebla espesa ante las ajenas certezas de granito. Ignoro si este positivismo sumario tiene fecha de caducidad o si le acompañará a este feliz chico como un cuelgue de por vida. Lo que dudo es que lo prepare ni poco ni mucho para afrontar el paisaje después de la batalla con el 43% de paro juvenil. Pero es injusto pedir peras al olmo; con el paro corre el INEM; los profes de natu bastante tienen con la metafísica. Y no hacen poco cuando consiguen suministrar el sentido de la vida en una sola dosis y sin omeprazol. En dos generaciones hemos pasado del nacional-catolicismo sin fisuras al planeta de los simios unánimes (o por lo menos a una cofradía del mono obediente y devota). Científico. Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad.

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