Profecía autocumplida
Según cuenta el mito griego, Pigmalión talló en marfil una escultura tan bella de la que acabó por enamorarse con tal pasión que la trataba como si fuera una mujer real. Conmovida ante su deseo, la diosa Afrodita le concedió vida a la figura, y tal y como relata Ovidio le dedicó las siguientes palabras a Pigmalión: "Mereces la felicidad, una felicidad que tú mismo has plasmado".
Nuestro mitológico escultor le da nombre a un curioso efecto estudiado desde los ámbitos de la psicología y la educación, que establece que las expectativas y previsiones del profesorado sobre el alumnado acaban determinando los resultados y conductas de este. En otras palabras, cuando un/a docente tiene ciertas creencias sobre las capacidades de sus estudiantes, es muy probable que les hable y les trate de acuerdo a sus ideas preconcebidas y, en consecuencia, influencie la manifestación de dichas capacidades y termine cumpliendo lo esperado. Como decía Tauber, "bueno o malo, lo que los maestros esperan de los estudiantes generalmente lo obtienen".
"El alumnado de ahora está atontado", "Las generaciones de hoy en día son mucho más vagas", o "Los/as jóvenes ya no dan palo al agua" son algunos de los comentarios que a todos/as nos sonarán. Si hay una etapa vital que recibe menos halagos, esa es la adolescencia. Y sí, a mí también se me llena la cabeza de juicios cuando me preguntan por enésima vez en qué página teníamos que abrir el libro; yo también he pecado de pensar de ellos/as que ya no rinden como antes. Sin embargo, les miro con más atención y me doy cuenta de que esta es una juventud con una creatividad sin precedentes, capaz de inventar respuestas ingeniosas, mucho más consciente de la sociedad que les rodea, comprometida con aquello que les interesa, experta en memorizar nombres y números de las plantillas de sus equipos favoritos, con talento para aprenderse cientos de bailes y confianza para grabarse practicándolos, extremadamente ágil con las nuevas tecnologías, conocedora de conceptos sobre relaciones y salud mental que hasta hace poco ni nos sonaban, ávida lectora de los temas y medios que les motivan (porque no solo una novela es lectura), empática y concienciada social y políticamente. Les miro y veo a una juventud brillante, en una etapa cuando menos complicada, que no merece la opinión que impera sobre ella en el imaginario colectivo. Creamos en sus capacidades y hagámoselo saber, plasmémoslo. Tengamos fe en la estatua: profecía autocumplida.
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