La familia de la tele: del prejuicio al humor desenfadado
“Sálvame” se resigna a morir.
De aquellos barros, estos lodos. Eso debe estar pensando ahora mismo Mediaset España. El que fue el buque insignia de la cadena de Fuencarral se resigna a morir. Después de la precipitada cancelación que sufrió el espacio en 2023, debido al nuevo rumbo de la línea editorial de Mediaset (donde no tenía cabida el formato), para apelar a una programación más blanca y familiar, y tras su breve paso por TEN (cadena generalista de la TDT), el formato vuelve renovado pero esta vez lejos de las cadenas privadas. En el ente público.
La manera en la que se produjo el adiós del formato en Telecinco aún sigue causando mella en parte del equipo (visible ante las cámaras) y en la productora: la antigua Fábrica de la Tele reconvertida en La Osa. Un formato histórico debe tener un cierre a la altura de lo que da a un medio de comunicación. Este formato dio innumerables tardes y noches de alegría a la principal cadena del grupo, con las ganancias que eso conlleva en términos económicos.
Desembarco en RTVE.
Pero ahora, después de un fugaz período de transición en TEN con “Ni que fuéramos shh...”, vuelve la familia más alocada de la televisión. Esta vez en RTVE. En la de todos. No se han hecho esperar las críticas.
Miles de seguidores de redes sociales han contrariado la decisión de la corporación pública.
La familia que incomoda a los que se sienten mejores que ella.
En nuestra sociedad se dibujan perfiles muy dispares. Entre ellos, a los que les dio por fruncir el ceño, mirar por encima del hombro y gritar al unísono: “¿Con mis impuestos?”.
Como si les fueran a retransmitir una misa negra en directo o un aquelarre de personajes caducados del imaginario pop español. Pero, ¿y si lo que les molesta no es el formato en sí, sino el espejo que genera?
Se me ocurren pocos formatos ideales para la inflación y el ruido vital que nos envuelve actualmente. Un oasis donde los telespectadores seguramente encuentren una comedia coral que se ríe, sí, pero de sí misma y se reivindica.
Y no hay nada peor para los intransigentes o los que quieren tener todo bien tapadito debajo de la alfombra.
Este formato revuelve, es transgresor y supone una carta de amor a la televisión de a pie. No siente vergüenza, hace décadas que la dejó atrás con el objetivo de entretener.
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