Qué burra
El sintagma "La bella y la bestia" es un tópico para designar una relación que percibimos como estéticamente asimétrica. Ocurre sin embargo que, al margen de la estética, la pasta y el prestigio, juntos o por separado, son poderosos incentivos del reclamo erótico. Puede darse en la forma noble, sublimada, que presenta Kundera en "La inmortalidad", y en la modalidad cutre que transita a diario por los desagües de la prensa amarilla y del corazón. El caso de Dani Alves y su presunta víctima encajaría en esta versión del paradigma.
Todo lo que emana del sujeto Alves (la bestia del caso), actitudes, modales y hasta los andares, me repele e induce a una incredulidad tozuda frente a sus versiones de lo que pasó aquella noche. Pero las sensaciones personales no hacen al caso cuando la cuestión es el primado incuestionable de la presunción de inocencia. El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) quebró la sentencia que condenaba a Alves por agresión sexual, restableciendo la presunción de su inocencia. Si Cataluña fuera independiente, la sentencia del TSJC sería inapelable y la presunta víctima quedaría definitivamente al desamparo; ni Conde Pumpido, actuando como "Deus ex machina", le podría echar una mano. Siendo Cataluña solo casi independiente, la querellante puede recurrir al Tribunal Supremo de la justicia española en busca de una tercera oportunidad que ojalá le resulte favorable.
El proceso judicial consiste básicamente en remontar la escarpada senda de la duda cartesiana hasta alcanzar la evidencia que engendra certeza. Aunque conviene repetirlo: nuestros deseos no hacen al caso cuando lo que se cuestiona es el principio incuestionable de la presunción de inocencia. "Nemo praesumitur malus nisi probetur" y su implicación inmediata "In dubio pro reo" son aforismos del Derecho Romano que rigen, indiscutibles, en cualquier código civil y medianamente civilizado. Lo que no es óbice para que, desde la muy romana y civil Andalucía, nos llegara el sábado 1 (se escribe esto el lunes 3) este bramido: -"Queeé vergüenza (...) que la presunción de inocencia esté por delante del testimonio de mujeres jóvenes, valientes (...)".
De qué fibra prehumana pudo salir ese ramalazo de barbarie. Desde el remoto siglo XIII, los investigadores se atienen a la enseñanza de Ockham, el de la famosa "navaja" que algún bachiller recordará. En el esclarecimiento de cualquier caso, la mejor hipótesis es "la que explica más con menos". En el que nos ocupa, una burrada de ese calibre solo la pudo alumbrar (valga la expresión) una tía muy bruta. Esa tía es la señora que nos gobierna desde la Vicepresidencia primera. Una señora que casi resulta fina en el convento en que profesa, con Pedro de abad, Ávalos de prior, Koldo de limosnero, Puente en portería y Bolaños, maestro de novicios y novicias. Y todos y todas cantando laudes a coro.
A eso le llaman progreso. ¡Queeé vergüenza! "Mucho hay que chupar", pero "Todos caerán" ("Caprichos" de Goya, preludio de "Los desastres"). Las contorsiones de los tertulios de Fortes "deconstruyendo" el dicterio de la María Jesús, en busca de la imposible pepita de oro de un sentido aceptable, no son patéticas ni cómicas. Son lastimosas por lo miserables.
Nota.- "Burro/a: persona ruda y de poco entendimiento." Diccionario de la RAE.
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