Ecuador en su laberinto
Daniel Noboa (37 años), un oscuro personaje cuyo único valor que arrastra en su mochila familiar es la de ser el hijo del multimillonario Álvaro Noboa (y cuyos negocios llevan muchos años fundidos en el plátano) y su presencia pública se reduce a "eterno candidato a la Presidencia de la República" (cinco veces aspiró al puesto). Su hijo Daniel en las pasadas elecciones, hace escasamente año y medio, dio la sorpresa, gracias a la "muerte cruzada" utilizada por Guillermo Lasso, acusado de corrupción y obligado a dimitir. Cuando nadie apostaba por él, consiguió pasar a la segunda vuelta y disputar el triunfo que las encuestas daban a la candidata de izquierdas, Luisa González.
En año y medio de gobierno Daniel Noboa ha convertido a Ecuador en el país más peligroso de América Latina. Por supuesto que el narcoterrorismo no nació con él, viene desde hace más de quince años, pero durante su Gobierno la violencia, la inseguridad, el miedo se han incrementado de manera aterradora. En enero del presente año ha sufrido 781 asesinatos; el país sufre una grave crisis económica y un desempleo en crecimiento que obliga a la población a la emigración, una grave crisis energética que ha obligado a sufrir 12 horas de apagones generalizados. Con estos mimbres ha conseguido un 56% de los votos (12 puntos por encima de la candidata de izquierdas, Luisa González).
Es evidente que no estamos ante un caso similar a Milei, Bolsonaro (el chileno Kast)... es decir, ante la retórica de extrema derecha que se va asentando en las democracias liberales (no da para ello). Por tanto, es necesario preguntarse: ¿qué ocurre en Ecuador? Dar respuesta a esta pregunta desde fuera del país puede resultar demasiado osado o pretencioso; no obstante, y sin perjuicio de que vayan apareciendo datos que nos ayuden al análisis, apuntamos algunos temas que hacen de Ecuador un país lamentablemente peculiar:
1. La prensa, la calidad informativa de la misma es preocupante en manos de la derecha.
2. A Ecuador le engrilleta el fenómeno de las redes sociales, más que a otros países, y los bulos y mensajes manipulados corren de manera alarmante.
3. Pero quizás lo que más peso ha llegado a tener en su "Laberinto" es la división de la ciudadanía entre correístas y anticorreístas, o quizás sea más acertado señalar el relato que la derecha ha conseguido imponer en todos estos años sobre "belzebub Correa" y el personaje que lo maneja todo desde Bruselas. Relato que ha hecho desaparecer con el tiempo, los años en los que la sanidad, la educación y la protección social configuraron un país menos desigual, y han prevalecido las sombras de la corrupción convertidas en certezas, mediante "artilugios jurídicos" tan potentes como el del "influjo psíquico de Correa" (*) sobre supuestas actuaciones (defendido por la fiscal general, Diana Salazar) que les sirvió para condenarlo. Es evidente que la sentencia es tan burda que en ningún sistema jurídico de otros países democráticos habría prosperado, sin tener que soportar los correspondientes sonrojos magistrados.
4. En este entramado que nadie sabe cuánto durará (pero que está presente en la política y en la ciudadanía ecuatoriana), ni siquiera Rafael Correa escapa a este endiablado entramado cuando decide intervenir en los procesos electorales. Poner en valor y apoyar decididamente a Nicolás Maduro cuando ningún Gobierno democrático de izquierdas lo hacía y cuando tienes en tu casa más de 500.000 venezolanos que, escapando de su país, se refugian en Ecuador y relatan las condiciones para sobrevivir en el suyo es de una torpeza mayúscula.
(*) El bochorno de la "figura jurídica" ha llevado estos días a un documental con el mismo nombre ("Influjo psíquico") dirigido por la colombiana Alejandra Cardona y las españolas Pinar y Barrabés y estrenado esta semana en Zaragoza, después de tres años de rodaje.
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