¿Parroquia de San Francisco Javier?: Sí, quiero

Nuestra infancia ovetense son recuerdos de la avenida de Torrelavega, en el corazón del barrio de la Tenderina Alta, donde además de tierra, barro y agua, para delicia de toda la mocedad, contábamos con la parroquia citada, que concitaba el interés y la querencia de todo el barrio. El 29 de marzo de 1959 se bajó desde la iglesia de la Corte la imagen de San Francisco Javier, y en abril de 1962 inauguramos el actual hogar parroquial. Todo ello para una comunidad que por entonces contaba con unos 8.000 habitantes.

En aquellos difíciles años, la parroquia comienza a organizar la Junta de Cáritas, la Acción Católica General y el llamado Hogar Parroquial. El 16 de agosto de 1965 fue nombrado párroco don Manuel Gutiérrez, de quien cientos de niños recibimos la primera comunión, y que a los pocos años fue nombrado rector del Seminario Metropolitano de Oviedo. Se fundó el periódico «La Familia»; se organizan los primeros campamentos de verano para niños, mientras que por el Hogar Parroquial desfilan las principales figuras de la cultura ovetense (charlas, conferencias, etcétera). Dentro de un auténtico y abnegado compromiso con la sociedad en la que se inserta, la parroquia de San Francisco Javier, a partir de este momento, se compromete en la formación de grupos de matrimonios, amas de casa (en colaboración con médicos, psicólogos, asistentes sociales y sacerdotes), Grupo de Acción Social (en colaboración con la Asociación de Vecinos, que afronta el problema del paro obrero en la zona, entre otros asuntos); grupos recreativo-culturales, entre los que sobresale la Rondalla de San Javier, de la mano del queridísimo maestro y vecino don Joaquín Coppen (1927-2000), y quien a su vez forma el Coro de San Javier (1978-1984) que en 1982 realiza una grabación discográfica, o los equipos de fútbol en diferentes categorías, con la figura de Montes en la coordinación, y a quien en aras de su grandeza como hombre bueno, le ha sido erigida una escultura en la plaza de la Iglesia. Fue también el germen de una de las peñas más activas del realoviedismo, la Peña Manolín (en honor del futbolista del mismo nombre, que desde la cantera de este barrio, llegó al primer equipo del Real Oviedo); Grupo de Cáritas y Enfermos, el Ropero (del que recordamos sus reuniones de los viernes tarde, benefactor de las familias más necesitadas); el Grupo de la Alegría (con Manolita, la maestra, al frente), que aunaba un sinfín de actividades, musicales y teatrales, etcétera, en las que sobre todo participaba la juventud del barrio; el Grupo Folk (con el joven coadjutor don José Manuel Díaz en la dirección), y un larguísimo etcétera. Todo ello, lógicamente, en conjunción con una importante acción pastoral, que en modo alguno obligaba a ningún vecino.

Pues bien, en la actualidad, la parroquia de San Francisco Javier, tras más de medio siglo de singladura, y tras los avatares de la nueva dinámica social, nada proclive a las consignas eclesiales, sigue más viva que nunca. Es sede de familias de Alcohólicos y Drogodependientes, de Atención a Ancianos, de la Comunidad de Vecinos, ha recuperado las fiestas patronales y ha puesto en marcha la procesión de Semana Santa al más puro estilo tradicional costalero, a hombros de la juventud de la Cofradía de los Estudiantes, y que con apenas cuatro años de existencia, lleva camino de convertirse en una de las más activas de la ciudad. ¿Quién da más?

Pues bien, en la actualidad nuestro templo y sede social precisan de una rehabilitación propia del paso del tiempo, y también del uso. Nada parece merecer la más mínima reticencia a que nuestro Ayuntamiento ovetense se «moje» con apenas seis millones de pesetas (para entendernos). Unas migajas si lo comparamos con la ingente labor social antes descrita, en la que, insistimos, a nadie se ha obligado con requisitos confesionales.

¿Cabe, pues, considerar que esta pequeña aportación consistorial tiene fines privados, tal como argumenta de un modo distorsionado el concejal comunista Roberto Sánchez? Nada más lejos de la realidad. Conociendo un poco a este concejal, trabajador incansable de nuestro Ayuntamiento, y servicial donde los haya, proponemos desde aquí a la comunidad parroquial de San Francisco Javier que invite a dicho edil a conocer de primera mano la magnitud social de lo que él llama cosa privada. Estamos seguros de que acabaría por convencerse, por convertirse y hasta por apuntarse a esta tarea que, sin ser «revolucionaria», tal y como seguramente a él le gustaría denominar, viene siendo, después de medio siglo, un tesoro impagable para nuestra ciudad. Seguramente Sánchez Ramos acabaría también por darnos el «sí, quiero».

Félix Martín Martínez

Oviedo