Mentecato digital
Actualmente, muchas personas son solo de una frase; y a veces una corta. Mucha de la gente con la que se suele tener trato prefiere una intervención cortita. No se sabe si por timidez, por tener poco que decir, quizá por no saber decirlo... o por haber traído a su vida real esa norma virtual del Twitter y sus 140 caracteres hasta 2017 (280 ahora), o el Tik Tok (150).
Todo se contagia...
Otros son más bien de párrafo y en alguno de sus encuentros sociales se ven obligados a luchar contra sí mismos, en el intento de lograr sintetizar el mensaje y hacerse entender; sin provocar el aburrimiento de sus contertulios, el abandono de su atención o ambas cosas.
Para el estado de atención sostenida es fundamental haber desarrollado previamente la capacidad de mantener la concentración: el poder sobre uno mismo para dirigir la mente de manera exclusiva y prolongada en el tiempo (algo que se desarrolla en la adolescencia).
El ritmo al que evoluciona el medio digital (la televisión, publicidad, redes...) determina un tipo de atención de muy baja calidad intelectual, porque es superficial y por pequeños lapsos temporales.
Un estudio realizado sobre la atención en un grupo de personas dio como resultado que por término medio eran capaces de retenerla durante 12 segundos.
Ahora, quince años después, volvió a hacerse la misma prueba, al mismo grupo, y su capacidad de estar atentos había disminuido a 8 segundos.
Los investigadores creen que eso puede ser debido al espectacular aumento que desde el año 2010 ha tenido la oferta de diversos productos digitales, como las televisiones inteligentes, los teléfonos inteligentes, las tabletas o los videojuegos.
El cuidado, el esmero, el interés, la curiosidad son cualidades intrínsecas de la atención. Pero el "emperador" digital ha invadido nuestras vidas y uno de los impuestos que cobra su imperio es modificar la cualidad de nuestra atención. ¿Quién soporta hoy el estilo decimonónico de Galdós, las prolijas e inacabables descripciones de Flaubert...? El tiempo corre... y el mundo tiene nuevo ritmo: los bits.
Es cierto que hay personas de frase, adolescentes de monosílabo, conversadores de párrafo..., pero es mucho más cierta la generosidad intelectual y la riqueza de ingenio que Cervantes o Shakespeare legaron a sus lenguas. Si esa riqueza se pierde, es indicativo no discutible de que los hipnotizados súbditos del flamante "emperador" digital se han vuelto mentecatos.
De los 62 años que vivió el filósofo del lenguaje Ludwig Wittgenstein, se pasó la mayor parte de ellos tratando de encontrar el sentido de la vida; un sentido que para poder ser explicado debía serlo en palabras. Pero él sabía perfectamente que el lenguaje siempre es parcial; y a veces inexacto. De llegar a conocerlo, ese sentido nunca podría comunicarse a los demás de forma plena, quizá solamente de una manera aproximada. La que permite la lengua.
Desistió. Cerca ya del final de su vida se dijo: un empeño imposible. Fue su conclusión.
Y también la de que, tras todo su proceso de búsqueda, en él precisamente había hallado su sentido de la vida.
De cada cual depende hallar el propio.
El imperio del mundo digital (y su "lugartenienta" la inteligencia artificial) jamás podrá ser el sentido de la vida para los humanos.
Si algún día lo fuera... seríamos máquinas.
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