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La mancha de María

4 de Mayo del 2025 - Fernando Vijande Fernández (Castropol)

María tenía una mancha, una mancha que perduraría para toda la vida, una mancha que no se iba con nada, ni siquiera dejándola al clareo en una noche de luna llena enjabonada con jabón Lagarto.

María tenía un novio de toda la vida, de esos que piensas que un día te llevarán al altar vestida de blanco.

El novio de María la dejaba siempre a las nueve de la noche en su casa, era muy puntual.

María con 20 años pensaba que su novio iría para casa con su madre, pero se equivocaba, aunque nunca le preguntó lo que hacía después de dejarla contenta con un beso.

Un día a María le sucedieron dos noticias malas: una, la primera, era que su novio la dejó, y la otra, la segunda, era que se dio cuenta de que estaba embarazada.

María ni siquiera intentó contactar con su novio, pensó que lo mejor era emigrar al Reino Unido, donde tenía una prima trabajando de sirvienta, y no quería tener ese niño que le traería recuerdos toda la vida, así que decidió abortar.

No era fácil en 1968 realizar un aborto, en España ni pensarlo, irías a la cárcel siempre que encontrases a alguien que te lo hiciera.

En el Reino Unido, después de un viaje muy costoso y pidiendo dinero prestado para irse a servir, llegó a un país donde no entendía nada y donde la llevaron a un cuchitril junto a dos irlandesas en la misma situación que ella y donde consiguió por fin abortar.

Después de trabajar de sirvienta muchos años en el Reino Unido regresó a España, y hoy en una residencia le preguntan las cuidadoras:

-¿Qué te pasa, María, qué quieres?

-Nada, nada, quiero un poco de jabón Lagarto, es que tengo una mancha que tengo que quitar.

-Pobre María -dicen las cuidadoras-, desde que perdió la cabeza siempre dice lo mismo.

Otra María en mi pueblo a la que conocí de pequeño también tenía un novio de esos de toda la vida y a la que dejó el novio en cuanto supo que estaba embarazada, y, claro, esta María no tenía familiares en el Reino Unido ni disponía de dinero para interrumpir el embarazo. La consecuencia fue la muerte por el aborto provocado por una curandera y la posterior excomunión y desahucio del campo santo. Todos en el pueblo culparon a María por ir sin medias y llevar la falda corta.

Desde el año 1968 hasta el año 1985, en el que se legalizó el aborto en España con el Gobierno de Felipe González, visitaron Londres una media de 150.000 mujeres españolas cada año para que les realizaran un aborto legal siempre que tuvieran dinero para pagarlo y consiguieran un pasaporte previa autorización de un hombre. Durante esa época se realizaron muchos abortos de forma clandestina en España con grave riesgo para las embarazadas y muchas veces la muerte.

Posteriormente, con gobiernos sucesivos se amplió la ley del aborto y se obstaculizó todo lo que se pudo por ciertos partidos con recursos a los tribunales que para vergüenza de muchos dilataron las sentencias todo lo que quisieron.

La historia está escrita de esa manera y algunos incluso la quieren cambiar, aunque, según el nazi Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler, una mentira repetida mil veces acaban considerándola una verdad.

Hoy, que es Día de la Madre, tenemos que recordar a todas las madres, también a esas mujeres que no quisieron ser madres y también a todas esas otras que fueron forzadas a tenerlos y no lo pudieron evitar con matrimonios obligados por padres y hombres mayores que decidieron por ellas.

Ayer leía una entrevista de Almudena Cueto, que fue directora asturiana de la Mujer, y decía que había que esperar al año 2165 para que desaparecieran los matrimonios infantiles.

No creo que yo lo vea.

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