En la jubilación de Ignacio Calvelo y Francisco Menéndez
Cuando un lejano día de noviembre de 2003 me incorporé al personal administrativo de la Empresa Municipal de Aguas de Gijón (más conocida por su acrónimo EMA), recuerdo que unas de las primeras personas que conocí, o más bien me presentaron, fueron Ignacio Calvelo (Iñaki) y Francisco Menéndez (Paco). En aquel momento me causaron muy buena impresión, y, aunque los ingleses dicen con razón que nunca debes juzgar un libro por su portada, el paso de los años ha confirmado y reforzado aún más esa imagen positiva.
Han transcurrido veintiún años largos en los que hemos vivido de todo: la ardua implantación del SAP a partir de 2005; los años del "boom inmobiliario" cuando llegaban "a paladas" solicitudes de acometidas para edificios de nueva construcción; la posterior "crisis del ladrillo" y las consecuentes medidas de austeridad y recortes impuestos por los gobiernos estatales de turno; los cambios, a veces bruscos, de color político en el Ayuntamiento, y, por tanto, las renovaciones en la gerencia y los máximos órganos directivos de la empresa; etcétera.
Tanto Iñaki como Paco, en sus diferentes responsabilidades dentro de la EMA -el primero en el servicio de acometidas y posteriormente en prevención, el segundo en el servicio de atención al cliente y últimamente en cobros-, han sabido ganarse la estima de los compañeros y clientes por su afabilidad de trato, su espíritu colaborativo, su voluntad resolutiva y un profundo sentido humanitario.
Ambos iniciaron su andadura como meros "soldados" y por méritos han terminado ostentando jefaturas en sus respectivos ámbitos, pero esto jamás ha supuesto que perdieran el contacto con la realidad del día a día ni que se les "subiera a la cabeza" el cargo. Fueron y siguen siendo como un compañero más, siempre dispuestos a echar un cable a quien lo necesitara, fuese quien fuese.
Por todas estas cualidades y muchas más que me callaré por no alargar excesivamente el texto, puedo afirmar y defenderé siempre que la EMA tiene mucho que agradecer a estos dos trabajadores que han llegado a la merecida jubilación. A partir de ahora las prioridades en sus vidas serán la familia, las amistades y las aficiones de cada uno.
Quiero terminar con las palabras finales de un poema de Miguel Hernández que creo definen mejor que nada la huella que dejan Iñaki y Paco en los corazones de quienes tuvieron el honor de compartir tantas jornadas laborales con ellos: "Compañero del alma, compañero".
RUBÉN ÁLVAREZ VÁZQUEZ
GIJÓN
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