Estrategia defectuosa
Que la política de nuestro país está revuelta no es un secreto para nadie. La lectura diaria de la prensa nos presenta un panorama de continuos enfrentamientos, de una polarización extrema orquestada por un gobierno asediado no solo por su falta de mayoría parlamentaria para sacar adelante sus iniciativas, sino también por las continuas corruptelas que cada día salen a la luz, la mayor parte de ellas ya judicializadas y con oscuras perspectivas penales para muchos de los envueltos en ellas.
Como toda polarización, es de blanco o negro, de buenos o malos, de estar en el lado correcto o en el lado oscuro de la historia, y el que ostenta la Presidencia del Gobierno no deja prisioneros, no le importa demonizar a personas, instituciones, sectores o empresas con tal de perseguir su más preciado objetivo: continuar residiendo en la Moncloa.
De este Gobierno, de sus integrantes, de la corruptela que le rodea, de sus limitadas opciones para gobernar, se ha dicho de todo. Las sesiones de control al Gobierno son un continuo pimpampum en el que semana tras semana se machacan las mismas obviedades: que son incapaces de presentar unos presupuestos porque saben que no se los van a aprobar; que mienten más que hablan; que están en manos de un caprichoso fugado de la justicia que les marca el paso; que entre sus apoyos imprescindibles están los sucesores de una banda asesina que aún no han pedido perdón por sus execrables crímenes...
Y a todo esto, se le empiezan a sumar señales muy preocupantes. El angustioso apagón del 28 de abril o el caos ferroviario que va "in crescendo", ambos escandalosamente inexplicados, amedrentan a la ciudadanía, máxime cuando, para ocultar su incompetencia, su inoperancia y su sectarismo, el Gobierno trata de escudarse en teorías conspiranoicas que solo contribuyen a angustiarnos a todos.
Pero vayamos al meollo de la cuestión. ¿Por qué esta coalición de dos partidos minoritarios son el Gobierno de España? Pues porque una colección variopinta de partidos y de intereses, muchas veces contrapuestos, lo mantienen, aunque sea en estado comatoso, mirando escandalosamente para otro lado ante sus corruptelas, su colonización de instituciones y empresas; todo ello les da igual. Aquellos de entre ellos que las poseían, me refiero a la moral y a la decencia, las han guardado bien hondo y bajo siete llaves, porque ven muy ventajoso que su escasa representación se haya convertido en imprescindible para que cualquier iniciativa salga adelante, con lo que han convertido su necesario apoyo en una continua maniobra de chantaje en la que el interés general de España y de los españoles figura en último lugar.
Pues bien, es contra ellos contra quienes la oposición debe dirigir sus cañones, contra los chantajistas, contra partidos que han dejado de lado todo sentido de estado, empeñados en arrancar jirones del Reino de España cada vez que su voto se le hace imprescindible al Gobierno para seguir respirando. Y lo hacen, además, humillando al Gobierno, regodeándose en lo arrancado y recordando que, para la próxima, exigirán más.
En definitiva, señores de la oposición, dejen de dirigirse al Gobierno, ataquen a los chantajistas, a los fugitivos de la justicia que deciden qué leyes salen adelante y cuáles no, a los de la codicia insaciable, a estos que saben que el ansia de poder de este Gobierno nacido muerto impide que se rebelen ante tanta humillación, ante tanto chantaje; no contemporicen con ellos, no traten de acercárseles, muy al contrario, adviértanles que todo lo conseguido con sus infames chantajes será revertido y, sobre todo, prométannos que nunca aceptarán llegar al Gobierno si para ello deben caer en manos de esta cuadrilla de chantajistas y vividores que han encontrado una mina en este Gobierno que, si quiere seguir siéndolo, tendrá que seguir arrastrándose ante ellos.
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