Nuestros hijos se apagan
Señor Director:
Con indignación y preocupación, me dirijo a ustedes para denunciar una decisión que afecta directamente al bienestar de nuestros hijos: la reciente imposición por parte de la Consejería de Educación de Asturias de mantener inamovibles los horarios escolares de septiembre a junio.
Esta medida, lejos de responder a criterios pedagógicos o de salud infantil, revela una desconexión alarmante con la realidad climática, social y emocional de nuestra región.
En Asturias, donde el buen tiempo es un bien escaso y valioso, privar a los niños de poder disfrutar de las horas de sol durante junio y septiembre equivale, en la práctica, a encerrarles durante dos meses más en espacios cerrados. Y no hablamos solo de ocio: hablamos de salud mental. Existe abundante evidencia científica que vincula la exposición a la luz solar con una mejora del estado de ánimo y con la prevención de trastornos como la depresión. Obligar a los niños a permanecer hasta las cinco de la tarde en centros que, en muchos casos, carecen de espacios adecuados para el recreo es una forma de maltrato institucional, aunque se disfrace de normalidad administrativa.
Quienes somos madres, padres o cuidadores vemos día a día los efectos de estas jornadas extensas y rígidas: niños agotados, irritables, sin energía para moverse, sin tiempo real para jugar, para estar al aire libre, para ser simplemente niños. Y, aunque algunos aún logran sacar fuerzas para actividades extraescolares o deporte, lo hacen al precio de un desgaste físico y emocional que no deberíamos normalizar.
No podemos seguir justificando esta situación como un mal menor en nombre de la "conciliación". No es conciliación si el precio lo paga la infancia. No es progreso si silenciamos el grito sordo del agotamiento infantil. Y no es responsabilidad si no señalamos con claridad a quienes promueven medidas que deterioran, de forma deliberada y sostenida, la salud mental de una generación entera.
Por ello, invito a todas las familias a detenernos, a reflexionar profundamente y a alzar la voz. Porque no es solo cuestión de horarios, es cuestión de dignidad, de salud y de infancia.
Atentamente, una madre de tres.
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