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En defensa de Ángel Villa

18 de Febrero del 2011 - Manuel Mallo Viesca (Avilés)

Parece mentira, pero es así. Como decía hace unos días Pilar Rubiera en estas mismas páginas, parece el mundo al revés. Efectivamente, el mundo al revés o «Alicia en el País de las Maravillas».

Desde hace un mes la prensa viene informando de los planes de la Consejería de Cultura (o más bien Conserjería de Cultura, como diría un brañero) de abrir un expediente disciplinario al arqueólogo Ángel Villa Valdés y a la directora del Museo Arqueológico Elisa Collado por un supuesto incumplimiento del artículo 67.1 de la ley de Patrimonio Cultural.

Desde que los dirigentes de la política cultural de Asturias son unos políticos que no saben lo que es la arqueología e imponen o intentan imponer sus criterios políticos sobre los verdaderamente reales y científicos de los arqueólogos e historiadores profesionales, así nos luce el pelo a los asturianos. Ahí está el caso del abandono del Prerrománico (¿o quizás habrán leído los políticos arte prerromano?), o el caso del zulo de la Campa Torres, por no hablar del tema del Museo Etnográfico de Grandas de Salime. Museo del que, por cierto, han destituido a su director y fundador del mismo José Naveiras para sustituirlo precisamente por un señor que parece ser el culpable del abandono y deterioro de miles de piezas provenientes de las excavaciones de la Campa Torres llevadas a cabo por nuestro buen amigo José Luis Maya, muerto prematuramente en el 2001. ¿Quién era el subdirector de las excavaciones? Pues precisamente Francisco Cuesta. Y es precisamente a este señor, a quien la Consejería nombra a contrapelo de todo el parecer universitario, nuevo director del Museo de Grandas. ¿Premio por los «servicios prestados» o banalidad política de los dirigentes culturales asturianos?

Soy un viejo investigador de la Prehistoria asturiana. Fui un discípulo y fiel amigo del maestro de maestros José Manuel González y Fernández-Valles (por su aula pasaron investigadores tan notables como Miguel Ángel de Blas, Adolfo R. Asensio, Manolo G. Morales, el propio José Luis Maya y otros muchos) a quien acompañé en cientos de excursiones arqueológicas por el campo asturiano en busca de castros, túmulos, insculturas, o restos paleolíticos. Por eso hablo con conocimiento de causa. Y José Manuel González sufrió, como ahora Ángel Villa, el acoso y derribo de los políticos de turno, cuando era oficial mayor del Instituto de Estudios Asturianos. Siempre la política queriendo imponerse sobre la cultura. Parece esto más bien un régimen fascista, en el peor sentido de la palabra, que una honrada democracia.

Sé que soy políticamente incorrecto. Porque yo también he sido político. Durante cuatro años defendí como concejal en mi Ayuntamiento las ideas de mi partido. Defensa numantina en la que siempre perdíamos las votaciones por 19 a 6. Por esa experiencia entendí, pero no compartí, las ideas de los políticos de turno y abandoné la política.

Pero volvamos al tema de Ángel Villa. Es inconcebible cómo algunas personas dicen y hablan y hablan y hablan de «tomar medidas», «permítame que mantenga la reserva». Aquí sólo se toman medidas: medidas contra la crisis que decían no existía; medidas no para buscar culpables de la causa del abandono del zulo de la Campa Torres; medidas para observar cómo alguien es capaz de eludir la justicia con casos de corrupción económica (no política) de las contrataciones ilegales, etcétera. Parecen «El Sastre de Panamá».

Y, mientras, el bueno de Ángel Villa, sin comerlo ni beberlo, tiene que apechugar con la arbitrariedad de los políticos que le intentan imputar una falta administrativa por descubrir el zulo del búnker de la Campa Torres, cuando el autor o autores de haber escondido y abandonado cerca de veinte mil piezas salen de rositas.

Lo lamento y lo siento, sinceramente. Me duele que un buen amigo esté en estos momentos sufriendo los embates de unas acusaciones a mi parecer sin fundamento. No soy yo el más indicado para reseñar los trabajos y publicaciones de Ángel Villa. Ya se ha encargado de ello otro buen amigo, Miguel Ángel de Blas.

Sólo quiero decirte, querido Ángel, que estoy a tu lado. Y que no olvides aquella rotunda frase: «La verdad os hará libres».

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