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La presencia de la madre Teresa Rodón en Asturias

27 de Febrero del 2011 - José María Cantera (Luanco)

Las religiosas franciscanas de Nuestra Señora del Buen Consejo, fundadas por la madre Teresa Rodón Asencio, cumplieron el 14 de febrero 115 años de vida. Nacieron del corazón y de las llagas de esta gran mujer, probada, mimada y apoyada siempre en la cruz de Cristo, era 1896.

«Me brota del corazón un poema bello», así quisiera definir, queridos feligreses, lo que pueda salir de este breve escrito sobre una mujer excepcional cuya vida y espiritualidad sencilla y profunda han sido para mí una ayuda inestimable en mi proceso de cimentar y fortalecer mi fe y en mi opción por seguir al Señor en mi vocación sacerdotal.

Sin madre Teresa Rodón mi vida no sería la misma, tuve la suerte de que desde la más tierna infancia ya era conocida en mi casa, gracias a mi madre, y sus monjitas presentes en mi pueblo casi cien años me la han mostrado como un verdadero don y regalo para mi formación cristiana y de seguimiento del Maestro.

La vida personal de Teresa Rodón es una mina inagotable para ayudarnos a penetrar sin temor en el gran misterio de amor de Dios al hombre, en ella yo siempre encontré vigor para poner por norma de mi vida lo que la madre Teresa tomó por lema de su vida y de su congregación y que lo plasmó en el escudo que prende en su «hábito franciscano», «Deus meus et omnia» («Dios mío y todas mis cosas»). Dios como fuente, adonde acudo para recobrar fuerza, para que mi vida y mis obras sean para su gloria y para el bien de los demás y, en especial, para «sus pequeños», y para que no haga de mi vida una pasarela de vanagloria.

Al celebrar los 115 años de la obra de madre Teresa yo quisiera tener presente «toda la paz y el bien» que han sembrado sus hijas, las Franciscanas del Buen Consejo, que quizás hoy vivan momentos de desgaste, cansancio y prueba, momentos de cruz, entre otras cosas, por la falta de vocaciones y, por qué no, por ese desquiciamiento que se apodera de todos nosotros, y también de ellas, si no volvemos al amor primero.

Merece la pena, hermanas del Buen Consejo, recuperar y enarbolar un precioso carisma que tanta paz aportó a tantos corazones desgarrados y que fue el supremo motivo de oblación de vuestra fundadora.

En estos 115 años de vida las hermanas han llevado el mensaje liberador de Cristo, socorriendo a débiles y necesitados, siendo ángeles de paz, como quería la madre Teresa, en muchos lugares de España y del mundo, pero, en especial, en nuestra tierra asturiana. Pravia, mi pueblo, con su presencia de casi 100 años y tres encomiendas: hospital, residencia de ancianos y guardería de niños pobres en la posguerra. Llanes, casa fundada en persona por madre Teresa; Villaviciosa, villa tan franciscana; Tineo, Colombres, Sama de Langreo y, sobre todo, quiero con inmenso agradecimiento tener presente la labor de las hermanas en nuestro Seminario de Oviedo, ellas han sido, y siguen siendo, las verdaderas «madres» de todos nosotros, los curas, que hoy estamos dispersos por la geografía asturiana y que mucho bien hemos recibido. El sacerdocio era para madre Teresa un tesoro a cuidar y puso su granito de arena llevando a sus monjas a los seminarios de Astorga, Oviedo, Tenerife, Pamplona y Ciudad Real, inculcando a sus hijas una entrega incondicional en la formación y cuidado de los aspirantes al sacerdocio y de los ya consagrados.

Con Francisco de Asís por compañero, con Jesús, que es camino y es verdad, con tu ayuda, madre del Buen Consejo, pido que las hermanas no se dejen vencer por las dificultades y hagan un permanente esfuerzo por mostrarnos con fuerza y vigor el camino renovado y precioso que Teresa Rodón aportó a la Iglesia y que cada día lo vemos más actual y necesario. ¡Paz y bien!

Dedicado con mucho cariño a sor Victoria Nido, religiosa que lleva 66 años en mi pueblo, Pravia, encorvada, y que solamente se ocupó de amar y servir, a ejemplo de otro gran franciscano, San Diego de Alcalá.

Y a sor Puy Salvatierra, privada ya de todo recuerdo, entregada de por vida a la causa de «sus preciosísimos», como ella llamaba siempre a los más necesitados, en lo físico o en lo moral, ella ya no recuerda, pero sobre todo en Villaviciosa y en Pravia seguro que muchos no olvidan.

¡Que no se enfade ninguna hermana, en la labor y entrega de estas dos están todas las demás!

Laus deo. Loado seas, mi Señor.

José María Cantera, sacerdote diocesano de Oviedo y párroco de Laviana, Cardo y Manzaneda, concejo de Gozón

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