Sintra, "La sierra de la Luna", junto a Lisboa

“En la carretera de Sintra, o en la carretera del sueño o en la carretera de la vida”, escribía, en su angustia, aquel personaje de Pessoa que fue Álvaro de Campos. Y también en ese camino situaron Eça de Queiroz y Ramalho Ortigão su famosa novela a dúo “El misterio de la carretera de Sintra”. Muchos otros escritores -portugueses o no- celebran esta tierra con sus letras. Pero quizá todo había empezado mucho antes, con Camões…

Allí, en la sierra granítica y frondosa de Sintra, que se yergue –con la altura mayor en la Cruz Alta, a 562 metros- apoyada en el Atlántico al este de Lisboa. Allí se celebra un verdadero espectáculo de la naturaleza enriquecido poco a poco por los portugueses, desde que ya en el siglo XII sus monarcas establecieran en la falda de la sierra una de sus residencias favoritas.

Aquel primitivo castillo moro acabó por conformar lo que hoy se conoce como Palacio Nacional de Sintra. Se trata de una construcción heterogénea, con una inconfundible silueta en la que destacan dos grandes chimeneas cónicas, que son el logotipo del municipio. El rey João I, en el siglo XIV, construyó el edificio central, y Manuel I, dos siglos después, las dos alas. Destaca en él la Sala de los Blasones, con una cúpula artesonada y los escudos de todas las familias nobles de Portugal, a excepción de los Coelho, que habían conspirado contra el rey. También destacan los bellos azulejos del comedor, la Sala de las Sirenas y la de las Urracas. Escaleras y patios, a distintos niveles, engarzan el conjunto de edificios añadidos, dando al conjunto una sensación acogedora y llena de encanto.

Entre una rica vegetación en la que hay especies exóticas traídas probablemente desde muy lejos del antiguo imperio, prevalecen tupidas manchas boscosas de coníferas, en esa ascensión hacia el otro palacio nacional y las encrespadas almenas y torres de la fortaleza -reconstruida en la época romántica- llamada Castelo dos Mouros. El sueño lo produce, en el alma del visitante, la conjunción de una bellísima naturaleza y la obra humana allí engarzada, de una manera que parece fantasía escénica, en ocasiones casi un tanto loca. Como en el Palacio da Pena (peña), un caprichoso monumento construido en el siglo XIX por el consorte de la reina Maria II, D. Fernando de Saxe Coburgo-Gotha, sobre los restos de un convento de los jerónimos, diseñado por un arquitecto alemán, el conde Eschwege. Se accede a él por un arco mudéjar originario del monasterio inicial y a través de patios, rampas y escalinatas se articula una heterogénea unidad de edificios de estilos neogótico, neomanuelino, neorrenacentista y neobarroco. Tiene unas vistas panorámicas sobrecogedoras que alcanzan desde la costa atlántica hasta Lisboa, y un interior igualmente complejo y diverso con salas de recepción, dormitorios, baile, rico mobiliario y motivos de decoración entre los que destaca el altar de alabastro de la capilla, realizado por Nicolás Chanterene.

Con unas características similares, a un kilómetro del centro histórico de la ciudad, se encuentra la Quinta y el Palacio da Regaleira, construido en el siglo XIX por un potentado de fortuna brasileña llamado Carvalho Monteiro, que encargó al arquitecto italiano Luigi Manini su proyecto de mansión neomanuelina y los jardines con fuentes, grutas artificiales, pozos, torres y estatuas, en cuyo conjunto se dice buscar esotéricas influencias y relaciones con la Luna. Otra construcción de fuerte influencia romántica, revivalista y exótico-oriental es el Palacio y la Quinta de Monserrate, a media ladera de la sierra, en dirección al mar. El Palacio de Seteais -hoy un hotel de lujo- fue construido por el cónsul holandés Daniel Gilmester a finales del siglo XVIII y es una construcción de dos edificios unidos por un arco neoclásico blasonado con el escudo real. Se dice que quizá se denomina palacio de “seteais” por las “siete” exclamaciones “¡ay!” de una negociación en que Portugal perdía otras tantas oportunidades de beneficio.

El centro urbano histórico de Sintra es pintoresco y acogedor, con su conjunto de pequeñas calles y sencillo caserío ahora dedicado al comercio y hostelería para el aluvión de visitantes que acuden diariamente allí. Los otros barrios que concentran núcleos de población mayor -como Estefania, São Pedro de Penaferrim-, que se encuentran separados entre sí por zonas de quintas señoriales o más sencillas, entre las que predominan las de estilos románticos, neos, decó, de finales del XIX y principios del XX.

Aunque no sea uno de los más visitados –como el Museu do Brinquedo (del juguete) o el de Arte Moderno, también en el centro la ciudad histórica-, Sintra tiene un museo dedicado a José Maria Ferreira de Castro (Oliveira de Azemeis, 1898–Lisboa, 1974), que exhibe la colección literaria y artística de este escritor autodidacta, emigrante en su juventud a Brasil, para retornar a Portugal y trabajar como redactor de "O Seculo" y luego dirigir "O Diabo". Adquirió notoriedad universal y tiene una obra narrativa traducida a muchos idiomas. En España se publicaron, por los años treinta del siglo pasado, al menos sus novelas "Emigrantes" y "La selva", así como otras obras teatrales y ensayos.