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Srebenica: herida abierta

12 de Junio del 2025 - Víctor Manuel Herrán Villalaín

Bajo la égida de Tito, el crisol de pueblos que conformaban la antigua Yugoslavia se reveló como un ejemplo de equilibrio interétnico, que tuvo su mejor reflejo en el famoso puente sobre el que pivota la genial novela de Ivo Andric.

A la muerte del viejo mariscal, el territorio de ese Estado se convertiría en un infierno. El desmoronamiento del comunismo precipitó los acontecimientos. El historiador T. Judt resumió, certeramente, el dicenio que abarca esta convulsa época de la historia de Europa: ”Nos relajamos y nos congratulamos por haber ganado la Guerra Fría: una forma segura de perder la paz. Los años de 1989 a 2009 fueron devorados por las langostas”.

Al difundirse los vientos del cambio gorbachoviano, los dirigentes comunistas serbios comprendieron que podían enarbolar, en vez de la desacreditada bandera del comunismo, la nueva del nacionalismo para mantenerse en el poder.

La invasión serbia de Eslovenia y Croacia supuso la reactivación de la vieja “cuestión balcánica”, hasta entonces considerada definitivamente resuelta.

La tragedia alcanzaría su cénit en Bosnia y Herzegovina, donde la guerra se cobró la vida de más de 100.000 personas entre 1992-1995, en su mayoría musulmanes bosnios. La masacre de Srebrenica, ocurrida el 11 de julio de este último año, representó uno de los capítulos más oscuros de aquel conflicto.

Treinta años después de la guerra de Bosnia

Haciendo caso omiso a la Resolución 819 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que había declarado esta pequeña ciudad minera zona segura, el Ejército serbobosnio invadió Srebrenica y asesinó brutalmente a miles de hombres y jóvenes, expulsando, por la fuerza, del enclave al resto de la población musulmana bosnia. Las 8.372 vidas segadas y las, aproximadamente, 25.000- principalmente, mujeres, niños y ancianos- desplazadas son las cifras de las mayor masacre en Europa desde el Holocausto.

Los encendidos debates que tuvieron lugar con posterioridad acabaron desembocando en el reconocimiento por parte de la Corte Internacional de Justicia y el Tribunal Internacional para la ex-Yugoslavia como acto de genocidio la masacre de musulmanes bosnios en Srebrenica por parte del Ejército de la República de Srpska. Reconocimiento que tuvo el respaldo de la Asamblea General, en cuya resolución de 23 de mayo de 2024, auspiciada por Alemania y Ruanda, estableció el 11 de julio como el Día Internacional de Reflexión y Conmemoración del Genocidio de Srebenica de 1995. En la misma se recoge una panoplia de ideas encaminadas a preservar la memoria de las víctimas. Así, la Asamblea pidió al secretario general que estableciera un programa de divulgación sobre el genocidio coincidiendo con el trigésimo aniversario, condenó sin ambages toda negación del mismo como hecho histórico e instó a los estados miembros a incluir en sus sistemas educativos programas que aborden esta cuestión para prevenir la negación, distorsión y repetición de otros genocidios. Pese a estos significativos avances, la paz no ha llegado a la región. A la negativa del presidente de la Republica de Srpska (una de las dos entidades que componen la República), M. Dodik, de reconocer la resolución, y sus continuos llamamientos a la secesión de la república y su incorporación a Serbia (“No queremos compartir con los bosnios ya ni el aire y aún menos otros valores. Nos acusan de ser un pueblo genocida, aunque saben que eso no ocurrió”, sentenció en una de sus alocuciones), se une la preocupación expresada por la Asesora Especial sobre la Prevención del Genocidio, A. W. Nderitu, por los continuos incidentes de revisionismo en relación con los crímenes atroces perpetrados en el periodo 1992-1995, incluida la negación de Srebrenica y la glorificación de criminales de guerra condenados.

Como supimos el pasado mes de septiembre, y de acuerdo con un informe del Centro Memorial de Srebrenica, solo en la primera mitad del 2024 se habían registrado 305 casos de negación del genocidio. Eso supone más del triple que el año anterior. El número de negaciones llegó en el año 2022 a un récord de más de 600. En 2023 se registró la cifra más baja (90), circunstancia que se explica por la nueva legislación, que impone penas de hasta cinco años de cárcel a los infractores. El repentino aumento de 2024 se debe, de acuerdo con este estudio, a la impunidad judicial de los negacionistas y a la campaña lanzada por la República de Srpska y por Serbia contra la resolución antes citada.

El intento de escamotear la Historia por motivos ideológicos ha sido una constante. La réplica académica ha sido inmediata, y una extensa literatura sobre el conflicto ha arrojado luz sobre el origen, desarrollo y principales responsables de este episodio.

Con todo, casi 30 años después del final del conflicto, las divisiones étnicas entre los países del antiguo espacio yugoslavo siguen siendo profundas. El hábito del terror y la violencia son una enfermedad cultural en tierras balcánicas, y erradicarlo implica una nueva política y una profunda revisión de la pedagogía.

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