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El "Leviatán" de Thomas Hobbes

15 de Mayo del 2025 - Miguel Sánchez Valdés (Lugones)

La naturaleza ha hecho a los hombres iguales. Aunque a veces uno sea más fuerte, otro más débil y otro más rápido, cuando se analizan en su conjunto, todos son iguales.

La característica suprema de igualdad entre los hombres es la arrogancia de la propia sabiduría. Todo hombre cree poseer más sabiduría que cualquier otro. Así, como dice (Hobbes, 2022, p. 94), "ven su propia inteligencia a mano y la de otros hombres a distancia".

Las capacidades de igualdad generan una situación conflictiva: la búsqueda de un fin común. Si dos hombres desean la misma cosa, pero uno de ellos no lo puede conseguir; hará todo lo posible por destruirle. Esto produce inseguridad, y para combatirla es necesario recurrir a la anticipación. Es decir, dominar por la fuerza a tantos hombres como sea posible hasta que no exista otro poder que sea peligroso (Hobbes, 2022).

El Estado es de suma importancia para preservar nuestra seguridad. Anteriormente, en el estado de naturaleza, existía una guerra constante de todos contra todos. Allí reinaban la brutalidad y la violencia. Al no existir leyes, no había poder. No existían el bien ni el mal. Nada sería injusto ni justo. ¿Hay algo justo en una guerra? Según Hobbes, la condición natural del hombre es una guerra constante de todo hombre contra todo hombre (Hobbes, 2022).

Por tanto, el Estado es el único que puede preservar el respeto entre los hombres.

En el estado de naturaleza tenemos un derecho natural y unas leyes de la naturaleza. El derecho se basa en la libertad que tiene cada sujeto de hacer todo lo necesario para la preservación de su vida. En un estado así, todo está permitido. Nunca existirá seguridad para ningún hombre.

La primera ley de la naturaleza es la búsqueda de la paz. Cuando no se pueda obtener, se podrá buscar y usar toda la ayuda y las ventajas de la guerra (Hobbes, 2022, p. 100).

Hemos dicho anteriormente que el derecho natural del hombre es hacer todo lo que esté en su mano para la preservación de su vida. Ahora bien, la segunda ley de la naturaleza es renunciar a ese derecho para la consecución de la paz, siempre y cuando los demás hombres estén dispuestos.

Toda aquella renuncia del derecho va encaminada a la preservación de la seguridad de uno mismo y de sus medios. Para que sea efectiva esa renuncia, debe producirse una transferencia, convirtiéndose en un contrato. Esto da lugar al Estado, al soberano, al Leviatán: una bestia marina gigante que establece la seguridad y la paz en la sociedad.

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