Cuando la naturaleza reclama su paraíso
Las fuertes lluvias de días atrás han causado destrozos de consideración en la localidad de La Isla, Colunga. Llega la hora de evaluar daños, pero lo más importante es que no hay víctimas que lamentar. Lo sucedido nada tiene que ver por magnitud o consecuencias con el reciente desastre natural que por desgracia Valencia nunca olvidará. No cabe comparación alguna, pero sí una pequeña reflexión.
Nos atrae la naturaleza en su máxima expresión. A veces nos muestra su lado más amable, con su sonrisa cautivadora en forma de puestas de sol. Otras, que son las menos pero las más especiales, nos muestra su lado más salvaje y pasional. Y, como siempre, ese halo de misterio y amenaza gana la partida a la razón. Acercarse a un mar embravecido o sobrevolar en helicóptero un volcán en erupción es uno de tantos flirteos innecesarios en este "ménage à trois", ser humano, naturaleza, destrucción.
Ese instinto que nos acerca a la naturaleza aun sabiendo que es imprevisible. Hasta convertirla en "femme fatale". Hasta que atracción se torna en desengaño, tragedia mediante. Cuando ya es tarde, nos invade ese sentimiento de culpa, siempre a esquivar. Ahora hablamos de "desastre natural" o "catástrofe natural". Se trata de que la naturaleza no tenga que recordarnos cuál es su espacio. De no urbanizar donde plazca, como quien clava una bandera.
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