Lidiar con la incertidumbre
Vivimos rodeados de incertidumbre, la personal, la social y la profesional, que marcan sobremanera nuestra forma de afrontar decisiones, que hace pocos años se quedaban en una dicotomía y hoy surgen múltiples opciones, por la interconexión de todo lo que nos rodea.
Afianzamos relaciones personales, que por simples conversaciones virtuales se pueden venir abajo.
Generamos, con el tiempo de los años, amistades, que por desvínculos físicos quedan en simples contactos y nos prostituimos laboralmente, con propios y ajenos, pensando en estabilidades laborales que quedan en el olvido con una simple reestructuración empresarial.
Con cincuenta años, mis padres podrían pensar en la ausencia de incertidumbre en sus vidas personales y profesionales; en cambio, en la actualidad, con la misma edad, pienso que nada es fijo en todo lo que me rodea, que mis decisiones, sobre idénticas realidades, cambian por segundos, quedando la sensación de vivir en un caos, pensando en desenlaces utópicos o distópicos, en función de la información que manejes, o lo que es peor, la que te dejan tener.
Lidiar con todo esto, a la mayoría nos cuesta. Todos pensamos que llegaría un momento en que todo ya estaría hecho. En el que ya nada cambiaría. La verdad es que todo me genera sentimiento de pena, por lo volátil que puede llegar a ser todo el esfuerzo de una vida.
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