Políticos/as y sociedad en general, ¿queremos o no queremos inclusión en la escuela?
Soy fisioterapeuta en centros educativos del Principado desde hace más de 20 años, trabajando en equipo, codo con codo, con mis compañeros maestros, acompañándonos mutuamente, también en la lucha en este tiempo.
Estos días vemos en los medios de comunicación cómo la escuela se levanta en pie de guerra... ¿porque les quitan la jornada reducida en junio y septiembre? La respuesta es NO, son muchas otras cosas. El comedor puede ampliarse estos meses beneficiando al alumnado sin tener que modificar la jornada escolar, es otra excusa de la Administración.
A lo largo de estos años, el perfil de todo el alumnado ha cambiado y, por supuesto, también el de aquel llamado de NEE o NEAE, esto es, con necesidades educativas especiales o de apoyo educativo. Mis primeros años veía alumnos más "sencillos" con trastornos motores como la parálisis cerebral, déficits auditivos y visuales o con discapacidad intelectual. Desde hace unos cuantos años hasta la actualidad, este perfil se ha vuelto más complejo y ha aumentado exponencialmente el alumnado con TEA (trastorno del espectro autista), TDAH (trastorno y déficit de atención e hiperactividad) y los síndromes genéticos. Esto es un reto para la comunidad educativa y requiere una atención interdisciplinar, personalizada y continua del alumnado, sin respiro. Así como una formación del equipo educativo, empleo de nuevas estrategias, elaboración de materiales adecuados, adaptaciones del currículo y un sinfín de tareas. Esto no puede asumirse con los recursos actuales. Esa es la realidad.
Y ahora voy a hablar de lo que significa la palabra inclusión, tanto en centros ordinarios como de educación especial. Según la Unesco, es "un proceso que ayuda a superar la barreras que limitan la presencia, la participación y los logros de todos los alumnos". Un proceso en el que, aprendiendo juntos, todos los alumnos de la escuela deben alcanzar el mejor rendimiento y desempeño escolar. Esto es un marco normativo europeo, que España ratificó como país y debe cumplirse en las leyes educativas con la dotación financiera que corresponde, con los recursos suficientes y con los profesionales necesarios.
Hablo con conocimiento de causa, trabajo itinerando en ocho centros, y uno tras otro repiten la misma problemática: no tenemos recursos, nos suprimen especialistas y apoyos en las aulas. Por poner un ejemplo, en uno de mis centros hay quince alumnos en la clase de Infantil, cuatro con NEE, tres de ellos con TEA, de los cuales dos necesitan una persona a su lado en todo momento, esto es algo literal, y otros tres sin idioma español. En dicha aula enseña la maestra de Infantil y algunas horas la apoya la maestra especialista de PT (pedagogía terapéutica) o la de AL (audición y lenguaje). He de decir que alguna hora también entra en el aula la auxiliar educadora, pero atiende a cuatro alumnos en el cole con discapacidad en su autonomía: baño, alimentación, vestido, desplazamientos... Así que, sin el don de la ubicuidad y sin superpoderes, esta enseñanza es inviable.
Los maestros están desbordados para desarrollar su labor, que no es otra que la enseñanza, enterrados en burocracia, ninguneados...
Recordando desde estas líneas que el derecho a la educación es un derecho fundamental de nuestra Constitución española, con una protección especial, centrado en el desarrollo integral de la persona, ni más ni menos. NO, el problema no es la jornada de junio y septiembre. El problema real es la inclusión. Tendremos que plantearnos como sociedad madura y responsable, como familias, qué modelo de educación queremos, un modelo que no deje a nadie atrás, que calibre las necesidades reales de todo el alumnado y no una ratio por números, porque cada niño es diferente, con su casuística, y requiere una atención y unos recursos distintos.
Como sociedad debemos exigir a nuestros políticos y políticas que cumplan las leyes, que sean equitativos y justos, sin malgastar pero con eficiencia. Simplemente, queremos una escuela de calidad donde quepamos todos.
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