En banca, ojo avizor y zapatero a tus zapatos
La banca, desde sus inicios allá por la antigua Mesopotamia, ha mantenido inalterable su esencia de negocio hasta hoy día. Aunque las tecnologías, los productos financieros y la regulación de los bancos centrales han evolucionado, el modelo de negocio hoy no ha variado. Su objetivo sigue siendo el de generar los máximos beneficios. Ellos, los banqueros, han de ser profesionales y dedicarse a hacer cada uno en su banco lo que sabe hacer y nada más, sin aventuras.
El sistema bancario para su funcionamiento opera con dos ventanillas, una por donde entra el dinero y otra por donde sale. Desde la banca medieval hasta la actual solo se usan esas dos formas básicas (captar y prestar).
En la ventanilla de ingresos los clientes depositan su dinero, confiando en la solvencia del banco. Para el éxito de esta parte primordial del negocio, para mí la más dura (por haberla practicado casi cuarenta años, los empleados habrán de ser amables, cercanos, de palabra y andar por el buen camino para transmitir la confianza que da seguridad al cliente. En cambio, por la ventanilla de egresos no se necesitan empleados agradables, el trabajo ha de hacerlo personal conocedor de lo que se trae entre manos, en lo que a prestar la pasta con la máxima garantía se refiere). Prestarán a particulares y a empresas (que también pueden ser otras entidades bancarias: mercado interbancario), o colocándolo en distintos activos financieros. Este es el verdadero motor del negocio bancario. No hay bolas de cristal en poder de los banqueros para hacerlo de otra forma, sin riesgos, claro está.
Por tanto, a simple vista, la banca parece un negocio sin mayores complicaciones: captar depósitos al menor precio posible y colocarlos en inversiones lo más rentables y seguras.
Sin embargo, los problemas pueden surgir cuando las entidades corren más de la cuenta; es decir, cuando el afán desordenado de riqueza para medrar los empuja a meterse en operaciones de alto riesgo, para obtener más beneficios. Para que todos lo entiendan, podríamos llamarlo "meterse en camisas de once varas". Existen múltiples causas en las que un banco puede perder el control de su negocio:
1.- Inversiones temerarias, invirtiendo o colocando sus pasivos (dinero captado de clientes) en activos golosos de alto riesgo sin una sólida garantía.
2.- Dependencia del mercado: la volatilidad económica puede desmoronar cualquier estrategia si no se toman las debidas precauciones. Por ejemplo, caída de los intereses marcados por los bancos centrales.
3.- Expansión desmedida en cuanto a la apertura de nuevas sucursales o nuevas inversiones y, por tanto, en lo que a aumento desmesurado de personal se refiere.
El último gran susto económico fue el "rescate bancario español", con las ayudas públicas y rescates financieros proporcionados por la Comisión Europea a bancos y cajas de ahorros (no a cooperativas de crédito), como consecuencia de la crisis económica de 2008. Desde 2009 se inyectaron más de 66.000 millones de euros entre FROB (Autoridad de Resolución Ejecutiva) y FGD (Fondo de Garantía de Depósitos). La broma, según cálculos en el año 2020, 43.225 millones estarían perdidos (un 73% de las ayudas aportadas). Según esas autoridades, el Estado habría invertido en el sector financiero, para sanearlo, 62.462 millones entre capital y otros productos. Solo se recuperó un 10% (5.917 millones de euros). El resto, 56.545 millones de euros, fueron a cargo del erario público, del que formamos parte todos los españolitos.
Muchos recordamos aquellos bancos que, al querer abarcar demasiado, cayeron en la tentación de crecer más allá de la capacidad operativa y de control, y han terminado en la quiebra. No es que el negocio bancario sea inherentemente frágil, sino que, a veces, no se toma la prudencia requerida. Olvidar los principios básicos de la gestión del riesgo puede dar lugar a acabar estampándose contra la realidad del mercado.
El cierre de oficinas bancarias en la última década es una muestra clara de cómo ha evolucionado el sector financiero sin alterar su esencia. En 2010, había unas 43.200 sucursales bancarias en España, cifra que cayó prácticamente a 17.000 en 2024; menos de la mitad. Reflejando con ello la aceleración de la digitalización y la optimización de costos por parte de las entidades. Sin embargo, pese a estos cambios estructurales aplicados en el negocio, este sigue basándose en las mismas dos ventanillas de toda la vida.
La brutal caída de la cuenta de resultados de las entidades bancarias con la covid en 2020, por la pérdida de inversiones y la no retribución del interbancario, dio lugar a la aplicación de brutales comisiones generalizadas para compensar pérdidas. Con ello, se logró equilibrar los beneficios a los de ejercicios anteriores. Hoy día, a pesar de haber recuperado el negocio básico de tomar y prestar, las entidades bancarias siguen aplicando a sus clientes las comisiones igual que desde 2020. Ello hace que los seis grandes bancos han cerrado el año 2024 con 31.000 millones de beneficio, un 21% más que el año anterior. Sobresaliente es el aumento de beneficios en Caja Rural de Asturias: 63 millones en 2023; 96,4 millones en 2024; un 53,07% más.
Se puede volver a las andadas si los gestores responsables de las entidades no gestionan con prudencia sus inversiones y expansión: pueden acabar "muriendo de éxito". Recordemos en qué terminaron las ansias de expansión agresiva en sus operaciones financieras sin control adecuado del Lehman Brothers, en USA. El grupo Rumasa, de Ruiz-Mateos; el Banesto de Mario Conde; Caja Castilla La Mancha; CAM. Y ya, muy atrás, en la época de mi niñez, recuerdo oír hablar de la quiebra de la Banca de Casas, llamada Casa de Casas o Casa de Arriba, en Ribadeo. Cerró sus puertas en la primera mitad del siglo pasado, dejando en la ruina a un buen puñado de familias y empresas de la zona, mientras los administradores cruzaban el Atlántico con los bolsillos llenos, portando sombrero y bastón.
Así que, visto lo visto, por si acaso, no sería malo recordar aquella frase que encaja en todos los oficios y que dice: "Zapatero a tus zapatos". Las autoridades monetarias, Banco de España y Banco Central Europeo, para bien de todos, han de estar ojo avizor.
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