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Valgrande-Pajares: pobre de ti

15 de Febrero del 2011 - José Manuel Suárez Fernández (Oviedo)

Es bien sabido que las actividades de montaña en general y el esquí en particular contribuyen generosamente a la formación de las personas, no sólo en el desarrollo y perfeccionamiento de determinadas facultades o habilidades físicas, sino también como forjadoras del carácter, a lo que se añade el cultivo de ciertas virtudes tanto sociales como individuales.

Así lo entendió Chus Valgrande hace más de cincuenta años, quien junto a un esforzado grupo de amigos fundó la actual estación invernal de Valgrande-Pajares.

Como toda obra bien hecha, aunque no tenga capitanes a su altura capaces de gobernarla o llevarla a su óptimo rendimiento, Valgrande-Pajares cuenta con defensores y detractores. Para los primeros, amantes masoquistas donde los haya, Pajares es una pasión y como tal reparte gozo y daño a partes iguales. Los segundos alegan toda suerte de tópicos trasnochados: deporte caro, de minorías o de riesgo, ¡dónde no hay riesgo! El fuerte turismo invernal en todo el mundo y las cada vez más numerosas familias que se esfuerzan para que sus hijos crezcan y maduren en la nieve desmienten dichas conjeturas.

Para su desgracia, como es patente en estas últimas temporadas, se ve abandonada en todos los aspectos, lo que puede acabar en cierre, para vergüenza de los asturianos, como es vergonzosa la situación actual del antiguo parador nacional de Pajares si entre todos no ponemos nuestro granito de arena para impedirlo.

Es fácil entender que cuando el usuario se desplaza hasta la estación y abona el importe del «forfait» espere unos servicios acordes a las posibilidades de la instalación; también que si tales expectativas no se cumplen se sienta maltratado. Muchos mostramos nuestro enfado con el primer empleado que nos encontramos y todo acaba ahí, sin que ese malestar llegue a las personas u organismos que pueden y deben solucionar esas deficiencias. Bien es verdad que a veces pedimos a Valgrande-Pajares los mismos servicios que ofertan instalaciones de mayor envergadura y que no son viables por las propias características de la estación…, pero tenemos derecho a exigir no sólo que funcione al cien por cien de sus posibilidades, sino que se haga todo lo posible por mejorar sus prestaciones.

Como residente entendí hace muchos años que la mejor forma de disfrutar con mi familia era estar lo más cerca posible de la nieve, mis hijos llevan en Pajares desde que nacieron. La urbanización con sus edificios y clubes sociales acoge a unas 500 familias, asturleonesas y de otras provincias, que entendieron el espíritu de los fundadores de la instalación y disfrutan de ella. No es ni mucho menos una solución barata, pero sí muy gratificante, tanto familiar como socialmente. Todos realizamos una inversión y pagamos los impuestos y servicios que nos corresponden, pero casi todo el mundo entiende que éstos no son los adecuados. El Ayuntamiento de Lena, al que pertenece el Brañillín, nunca correspondió de forma adecuada: iluminación inexistente durante años y luego insuficiente. Deficiente servicio de agua potable tanto en calidad como en cantidad. No hay servicio de limpieza, recogida de basuras con escasa periodicidad no por las necesidades de los residentes, sino por el elevado número de usuarios y servicios de hostelería de la estación. Dicho Ayuntamiento podría alegar, con cierta razón, que algunos vecinos no colaboran, pero son los menos. Las ordenanzas están para que se cumplan, y el Ayuntamiento, para hacerlas cumplir. Todos estos defectos hacen que mucha de la basura termine en el entorno, que, por si la Corporación lenense no lo recuerda, es un espacio protegido.

Como lugareño, tal me siento, no entiendo cómo algo tan nuestro y decisivo para la economía local, son muchos los vecinos que trabajan en la estación o en alguno de sus servicios, no lo cuidamos adecuadamente y contribuimos a su mantenimiento. El ganado que pasta libremente fuera de las épocas autorizadas no es de personas ajenas al lugar, y somos nosotros quienes deberíamos denunciar tales desmanes, y no encubrirlos. Todas las instalaciones como la nuestra ofertan servicios de hostelería, turismo activo y de otros tipos, que o son inexistentes en Pajares o son minoritarios y casi siempre miran a la estación como un problema en vez de una solución a su negocio.

Como trabajador aporto mi granito de arena, como todos mis compañeros. A todos nos gustaría hacerlo mejor, pero no sólo basta con nuestra disposición, sino que es necesario que haya formación, orientación y dirección. Disposición no nos falta, y amor por lo que hacemos, tampoco. Pajares no es el mejor lugar de trabajo, pero a nosotros nos gusta. No somos ajenos a las inquietudes de los usuarios ni tampoco somos los culpables de esta situación, al menos en la mayoría de los casos. Realizamos un esfuerzo importante para que todo funcione y no se nos puede echar en cara indiferencia o desidia en nuestras funciones, pues basta con mirar el número de descansos no disfrutados durante la temporada.

Como antiguo director reconozco que no es fácil dirigir una estación de esquí, y menos con las características de la de Valgrande-Pajares, como así me lo corroboraron otros gestores de toda España. Esto exige que la Administración ponga al frente a la persona idónea y que se le faciliten los medios necesarios para que pueda realizar su trabajo en óptimas condiciones. Cuesta mucho conseguir que políticos y Administración entiendan que una instalación con tan peculiares características no resulta fácil de llevar. Así lo entendí en su día y como no fui capaz de cumplir mis aspiraciones dejé paso para que otra persona realizase ese trabajo.

Como amante de Valgrande-Pajares y del esquí, me gustaría que todos los usuarios vean que no es una instalación deportiva normal, aquí nada es seguro, aunque si previsible; la nieve, el viento, la niebla, la lluvia, el sol… son quienes dan vida a Pajares y le crean problemas. Que todos exijamos lo que creemos justo y necesario de forma correcta y en el lugar adecuado para que sea efectivo. Que la Administración considere lo beneficioso de una instalación de este tipo y sus necesidades y nos exija a los empleados el cumplimiento de nuestro cometido en lugar de responsabilizarnos de todos los males de la estación. Como cualquier ciudadano, entiendo las dificultades presupuestarias, pero Pajares es una instalación vieja con un largo período sin inversiones y necesita una renovación importante.

Por último, quiero expresar el deseo, compartido por muchos, de que tanto Administración como usuarios, trabajadores, residentes, lugareños y todos los amantes de Valgrande-Pajares hagamos lo que nos corresponda para que la instalación cumpla las expectativas de todos. El esfuerzo de los fundadores, del que hoy disfrutamos, lo merece.

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