A vueltas con la educación, ¿qué tal un poco de empatía?
A pesar de mis 55 años, yo fui uno de aquellos alumnos llamados "víctimas de la LOGSE". Oriundo de una remota aldea de Villaviciosa, ya sin escuela rural, hijo de labradores, estudié en las Escuelas Graduadas primero y luego en el Colegio Público Maliayo, en la capital del concejo.
Ahí debía terminar mi formación, pero mis buenos resultados académicos hicieron que mis tutores aconsejaran a mis padres orientarme hacia BUP, lo cual no estaba económicamente a su alcance.
Finalmente, obtuve una beca para un internado.
La solución era cursar estudios de FP en la rama metal, en la Universidad Laboral de Gijón. La mala fama, siempre equivocada, de la FP hizo que, una vez incorporado, me incluyeran en un plan piloto que se llamaba "Plan Experimental para la Reforma de las Enseñanzas Medias".
En dicho programa cursé primero y segundo de experimental, y luego primero y segundo de un Bachillerato Técnico Administrativo. Finalmente me examiné de una Prueba de Acceso a la Universidad (PAU) cuya nota nunca tuve que utilizar, porque tampoco me era viable económicamente cursar estudios universitarios.
Al final conseguí otra beca para cursar Estudios Empresariales en una pequeña escuela universitaria, adscrita a la Universidad de Oviedo, que había en la Universidad Laboral de Gijón y a la que pude optar por mi condición de antiguo alumno.
Por último, con una beca para Auxiliar de Educador, pude incorporarme de nuevo al internado del que había salido, cuidando de entre 25 y 30 chavales que quedaban a mi cargo desde las 8 de la noche hasta las 8 de la mañana del día siguiente. Eso me permitió cursar, ya en la Universidad de Oviedo, la formación adicional con la que conseguí licenciarme en Ciencias Económicas.
En aquella Universidad Laboral, aprendí, me formé y fui cuidado las 24 horas del día. Las hermanas clarisas atendían la cocina para proporcionarnos desayuno, comida y cena; las siervas de Jesús atendían la enfermería, donde disfrutábamos de ingreso durante todo el proceso febril, con médico y practicante; el personal de servicios atendía comedor, lavandería, limpieza de nuestras habitaciones, comedores, aulas, espacios comunes, etc.
Por las tardes los educadores controlaban nuestras horas de estudio y organizaban las actividades extraescolares. Por las noches quedábamos a cargo de los auxiliares.
Solo de 8 a 14 horas estábamos con nuestros profesores en el aula, porque esa era la labor de los profesores: ENSEÑAR. Todo lo demás correspondía a otras personas.
Esto ocurrió entre 1984 y 1992, gobernando el PSOE. Mi formación fue totalmente gratuita en todas las etapas. Yo aporté el esfuerzo requerido en mis estudios, pero recibí mucho a cambio de todas las personas involucradas en el proceso formativo. Aprendí con unos profesores que tenían autoridad en el aula y reconocimiento social, y me eduqué gracias a todo lo que allí viví.
El pasado domingo, en Oviedo, pudimos sentir un clamor en las calles como pocas veces se ha visto. ¿Qué está pasando?: pagamos impuestos hasta la extenuación, aportando a la Administración más recursos que nunca; cada año nos dicen que hay menos alumnos, y resulta que los padres están desbordados para poder educar a sus hijos y la Administración no es capaz de responder a las familias ni al profesorado, que se siente solo e inerme para poder enseñar, ante una labor en la que tendrían que participar muchos otros agentes.
Y esto ocurre ahora, con una consejera de mi tierra, que forma parte del cuerpo de maestros de Primaria y profesores de Secundaria que, solo por empatía, no es que tuviese que solucionar el conflicto, es que nunca debería haberlo provocado.
Yo también me uno a las reivindicaciones para que, de una vez por todas, nos tomemos en serio la educación, porque en la labor de los padres para educar a sus hijos también hacen falta maestros y profesores motivados que enseñen, y personal de servicios que acompañe y oriente al alumnado durante su formación, ayudándolos a madurar y responsabilizarse de su futuro personal y profesional, del que también va a depender el nuestro más pronto que tarde.
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