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A un chorizo, a algún ignorante y a muchos mezquinos

16 de Febrero del 2011 - Alberto Vizcaíno (Oviedo)

A pesar del título, que restringe bastante el colectivo al que se dirige esta carta, me gustaría que los destinatarios y lectores fuesen muchos más; me gustaría que lo fuesen todos aquellos asturianos que desde que comenzó el proceso judicial contra responsables políticos, altos cargos y funcionarios del Principado de Asturias se alarman al creer que las conductas irregulares, poco éticas o directamente punibles desde el punto de vista penal son una práctica generalizada, o frecuente, o no rara –para los más benévolos– en la Administración, práctica que implica a todos los servidores públicos por acción o por omisión.

Y cuando aún se empiezan a conocer los primeros delitos de una ex jefa de servicio, y mientras se ignoran, como consecuencia del secreto del sumario, las acusaciones concretas a un ex consejero y a una ex directora general –para los que las personas decentes defendemos la presunción de inocencia con la misma intensidad que deseamos su absolución, si resultan inocentes, o que paguen con todo su patrimonio, en caso contrario– salta ahora a la palestra un ex director de la Escuela del Deporte, que se autoimputa reconociendo que durante cuatro años ha participado en compras a través de mecanismos «que le extrañaban», por cuanto los proveedores no lo eran de los materiales a adquirir sino que actuaban como meros intermediarios, encareciendo los precios a soportar por la Administración y vulnerando las más elementales normas de transparencia. Durante cuatro años; con un par.

Imagino que tragar ese sapo durante cuatro años, entre 2005 y 2009, más dos de digestión, sólo puede significar un par de cosas o tres. Que uno es un poco lento, que uno es un corrupto y le va la marcha o que uno miente como un bellaco y busca venganza. Pues bien, aunque lo que cuenta la prensa de las razones por las que este elemento está apartado del servicio –nada…, una tontería que tiene que ver con el acceso a puestos de trabajo, entre otras cosas graves y muy graves– nos inclinaría a pensar en la posibilidad de la venganza, yo le creo y apuesto por la primera de las explicaciones: la del elogio de la lentitud.

Afortunadamente, uno –que ya peina canas y este mes de febrero cumplirá diez trienios en la Administración del Principado de Asturias– no ha conocido muchos tipos tan lentos como este pájaro en el ejercicio de la función pública. Uno, que ha sido durante ocho años jefe de servicio, no ha recibido orientación alguna con respecto a dónde comprar equipamiento de laboratorio, mobiliario, reactivos o material fungible en general. Uno, que ha sido director general durante cuatro años y medio –durante los cuales se construyeron lonjas de pescado, almacenes de pertrechos y carros de varada, o se instalaron grúas y surtidores de gasoil en la totalidad de los puertos pesqueros asturianos–, no percibió ni la más mínima insinuación sobre las empresas –muchas y distintas– a las que debía adjudicar tales obras, ni pudo, por tanto, transmitirlas a ninguna mesa de contratación.

Uno, al que le sigue gustando mirarse en el espejo cuando se afeita cada mañana, tardó únicamente 15 minutos –los mismos 15 minutos de gloria que ha disfrutado este San Pablo que parece haberse caído ahora del caballo, e imagino que su familia y amigos– en presentar su dimisión cuando, ante algo que iba no en contra de la legalidad sino en contra de su criterio profesional no encontró el respaldo que esperaba. Será vanidad, pero cuatro años sin mirarme al espejo se me harían muy largos.

Me gustaría que calase en la sociedad asturiana algo tan obvio como que somos legión los servidores públicos que desde la Administración regional, la local o las delegaciones de la central en Asturias trabajamos sobre una mesa y bajo un techo ambos de cristal, sin más orientación que el cumplimento de la ley, más vocación que la de servicio ni más orgullo que el del trabajo bien hecho.

Me gustaría que en algunos de los foros o de los comentarios que acompañan a las noticias en las ediciones digitales de la prensa asturiana hubiese más opiniones en las que no se notasen tanto el sectarismo, la mezquindad o el resentimiento.

Me gustaría que alguno de los profesionales de la opinión, de los que nos anuncian el fin del mundo o la nueva guerra civil para mañana por la tarde, dejase de abusar de la paciencia de los funcionarios pontificando sobre sus privilegios y prebendas, más allá de la de contribuir con la disminución de sus haberes a la salida de la actual crisis económica.

Me gustaría que alguno de estos políticos que sufren ahora la incertidumbre de cada final de legislatura –por aquello de comer caliente a partir del mes de mayo– controlasen sus nervios y no sembrasen dudas generalizadas sobre los mecanismos de gestión, fiscalización e intervención de la Administración del Principado de Asturias, porque igual tienen la fortuna –cosas más raras se han visto– de gobernar en un futuro próximo y no van a poder hacerlo con un cuerpo de funcionarios desacreditado, desprestigiado ante la opinión pública.

Como me gustaría que la juez que lleva el caso que nos ha sobrecogido a todos –o el juzgador en cuyas manos termine– tome cumplida nota de las declaraciones de este genio, las incorpore al sumario y nos lo siente en el banquillo como cómplice, colaborador necesario o tonto útil, o la figura jurídica que corresponda, en esta supuesta trama de corrupción.

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