¿Pensar o no pensar?
Nada más hacerme esa pregunta, se me vino a la cabeza el "Ser o no ser" de Shakespeare. Ese se me vino después, no antes. De ahí que nada de nada que ver el uno con el otro.
¿De dónde vino mi "¿pensar o no pensar?"? Es obvio, del almacén de mi inconsciente. Lo que no puedo decir, porque no lo sé, es por qué afloró a mi consciente para ponerme en este tris.
El caso es que me pregunté si era bueno o malo pensar. Y el tema es: "Qué c... soy".
Pensé y pensé, hasta llegar a la conclusión que expondré, con un símil, para hacerla de más fácil comprensión.
Cualquiera puede imaginarse, y si está paseando por el Muro (de San Lorenzo, en este caso) ni necesita recurrir a esa su facultad, puede verlo, hasta cierto punto, físicamente. Me refiero a la espuma de las olas.
Bueno, pues ahora piense en una ínfima, invisible hasta para un microscopio de serie, particulita de esa espuma. Una particulita que vuelve a ser océano al cabo de uno o dos segundos. Eso somos.
Somos algo ínfimo, proveniente del todo infinito que, al cabo de un tiempo, mensurable para nosotros pero realmente inapreciable para la infinitud del tiempo real, desaparecemos para integrarnos de nuevo en ese todo infinito del que provenimos.
De ahí que, si alguien creyente me lee, me permito decirle: "Mi estimado, sigue creyendo que, una vez desencarnado, te vas a ir a vivir de p. m. en un pueblo donde, para empezar, las calles son de oro...".
¡Jo! ¡Ya estoy otra vez! Es que ahora se me viene eso de que... después, no sé cuándo, resulta que vas a resucitar con el mismo cuerpo y alma que has tenido, y entonces...
¡C...! Si vas a tener el mismo cuerpo y alma, ¿vas a repetir ¡otra vez! la misma puñetería?
No me j... Que no, hombre, que no. Que esto de pensar, según qué, es una puñeterísima m... ¡absolutamente desaconsejable!
Qué desgracia, c...
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