Compasión en el «caso Marea»
En relación a los últimos acontecimientos conocidos como «caso Marea» por corrupción, mala praxis, etcétera, y centrados, en principio, en las personas de I. Riopedre, Renedo y Otero, cabría que nos parásemos a reflexionar unos minutos antes de opinar, enjuiciar y «sentenciar».
El caso es grave, no lo negamos, pero detrás de estos hechos hay personas con familia pasándolo verdaderamente mal.
No se pretende quitar hierro al asunto, pero sí que miremos a través del corazón y la compasión, y muy poco a poco construir un mundo mejor, un mundo nuevo.
No nos arrojemos por el torbellino del resentimiento, sino por los oasis del perdón, dejar que triunfe la caridad hasta anular la ofensa, y no edificar templos de odio y cerrazón.
Las citadas personas tienen también sentimientos. No perdamos el sujeto y lo cambiemos por el objeto. Los errores cometidos ¡ojalá! sirvan para que vean que hay otros senderos en el recorrido de la vida; quizá no tan jalonados de riquezas y lujos materiales e ilusorios, pero sí de esperanza, bienaventuranza, misericordia, y de otra ilusión más intensa, real y alegría eterna.
Alegría de saber que quien nos espera es misericordioso y persona. Por eso cuando perdonamos somos portadores del amor de Dios; perdón que nos ha tocado y debemos transmitir, pues el perdón divino define y colorea nuestra vida.
Perdonemos a quienes la ley del hombre no puede hacer y comportémonos como hijos de Dios empezando a crear un mundo más sereno, sin rencor, avaricia... que sólo y exclusivamente contagia el virus del dinero.
Esperemos que I. Riopedre, Renedo y Otero hayan aprendido algo de todo esto y si con ello inician el camino hacia el Señor, bienvenidos sean los errores cometidos, pues éstos les abrirán una puerta que Dios les ofrece para que la traspasen y que es posible que no vieran a causa de la ilusión material, engañosa y caduca.
Desde estas líneas se desea que brote en todos un poco de compasión e imparcialidad hacia quienes lo pasan mal desde que surgió este caso tan lamentable. Por ellos, por sus familias, que se han visto envueltas en el mismo de manera inocente. Y perdonemos, pues perdonar es entrar en el comportamiento propio de Dios, en su moral, dejarse impregnar de su modo de vivir, adoptar sus secretos de convivencia, desechando los filtros que obstaculizan el paso a la gracia divina; practicar el amor fraterno, renunciando a todas las exigencias, expectativas y condiciones con que desearíamos recomponer el perdón: eso es perdonar.
Fernando Berjano Serrano
San Claudio (Oviedo)
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