El hueso de Antonio Masip Hidalgo
Soy lector de las opiniones que mi amigo Antonio Masip escribe en este medio y lo soy de su obra literaria: "Cuentos y cuervos", en una crítica social y cultural del club de tenis en Oviedo; "Con vistas al Naranco", en un grito agradecido a la vida y a su familia; "Desde mi ventana", que invita a su mundo interior con reflexiones incluso íntimas y en cuyas páginas hace referencia a mi persona y a la plataforma vecinal "Los Puentes", que tanto hizo en este barrio, con especial ahínco en la consecución del centro de salud de Ciudad Naranco y la apertura, largamente demandada, del puente de Nicolás Soria. Antonio es, sin duda alguna, un referente por sus amplios conocimientos y vivencias personales. Ameno en sus relatos y en sus formas, si bien en algunas de sus columnas me suelo perder al entremezclar nombres y acontecimientos que convierten el objetivo en pronominal seguramente por mi torpeza.
Su reflexión al hueso que voló desde un balcón al suelo, en presencia pétrea de Alfonso II el Casto, pretende encajarlo en la probabilidad de que fuera una parte anatómica de José Maldonado González, último presidente de la república en el exilio. Convendrás Antonio que, tras 86 años, la memoria histórica ha de servir de regeneración democrática, dispuesta a equilibrio en los sentimientos sin dejar de reprobar la dictadura franquista. Si no somos capaces, a estas alturas, de conjugar memoria con ausencia de revanchismo, el odio aristotélico se hace atemporal e incurable no beneficiando a una necesaria conciliación. Ambos, creo yo, compartimos el concepto de George Santaya partiendo de que un olvido no es bueno, pero el odio se vuelve peligroso y en la actual izquierda política se aprecian signos de una incultura que nos puede conducir al radicalismo.
La crisis política, social, económica y cultural, entre otras causas, fraguó el movimiento huelguista revolucionario del 5 al 19 de octubre de 1934. Un movimiento cruento por el que Indalecio Prieto pidió perdón por haber sido embrión, reconociendo el error en su manifiesto el 1 de mayo de 1943. Fue opositor de la revolución el también socialista Julián Besteiro, al que le costó la expulsión de la dirección del Partido Socialista y también la negativa clamorosa del propio Manuel Azaña y Diego Martínez Barrio. Una revolución, en octubre del 34, duramente reprimida e inmisericorde por la brutalidad del general Lisardo Doval Bravo, fallecido a los 87 años un mes antes que el dictador. Hemos de reconocer que la figura de Largo Caballero poco benefició con su deseo de que España fuera un gobierno de revolución estalinista a través de las armas; su odio al parlamentarismo; su desprecio y no aceptación a un resultado electoral que no fuese victoria anarcosindicalista y su conocida máxima "matadlos, que son curas". No fue solo su núcleo el anticlericalismo. Sus balas también ocuparon los cuerpos en periodistas, concretamente el periódico que vio luz un 10 de abril de 1923 bajo la dirección y creación del industrial José Tartiere Lenegre -conde de Santa Bárbara de Lugones-, de orientación editorial conservadora en sus inicios y evolución, en época franquista, hacia la línea progresista que le convierte en referente de la izquierda asturiana. Pues bien. Entre los 3.000 fallecidos a manos de los huelguistas estaba el republicano y columnista del periódico Agustín Álvarez, el abuelo. Su defecto, permitir que 4 seminaristas huyeran y se salvaran del fusilamiento, evitando también la violación de 2 monjas (a toda monja se la respetaba la vida, pero no su dignidad como mujer). Este fue el destino familiar cuyo enterramiento no ha sido individual ni, que yo sepa, en fosa común. Tan siquiera su estribo, el más pequeño de los huesos del cuerpo humano, ha tenido caída libre hacia concurrida terraza. ¡Tampoco es necesaria! José García Obrero en su poemario, refleja perfectamente que la memoria ha de ser perdurable como es el hueso. Estoy totalmente de acuerdo, siempre que consigamos cerrar el círculo con la enseñanza de concordia blanca, aunque nos sacuda en la propia familia.
Un abrazo y gracias por ser mi amigo.
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