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En bable o español, el país se nos va por las cañerías

12 de Junio del 2025 - Rufo Costales (Oviedo)

Yolanda Díez, en su cansino afán de inventar estupideces para tapar su inutilidad contra la inflación y la falta de futuro de los jóvenes, ha descubierto el Santo Grial con la propuesta de modificar el real decreto que regula las Escuelas Oficiales de Idiomas, para incluir las asignaturas del bable y el aragonés.

Así visto, resulta razonable que, siendo Asturias la locomotora más eficiente y productiva del país, tengamos que utilizar la lengua para preservar nuestra cultura ante la invasión de españoles de otras regiones que van, además, a quitarnos el trabajo.

Así que totalmente de acuerdo. Hablar en castellano es una ordinariez impropia de un país progresista, por lo que hasta los telediarios deberían ser en bable, resultando innecesaria la fibra. Sería "televisión por bable".

Un "ilustre" idiota que necesitó ocho años para sacarse el graduado escolar por correspondencia, con el resultado vergonzante de no haberlo conseguido, y que todavía cree que los impuestos se destinan a mejorar la sanidad, educación y otros logros sociales del pasado, y no a mejorar los "bolsillos" de los que legislan, aplaude entusiasmado la feliz idea porque ve con esperanza su futuro como traductor.

Otro lugareño ludópata, "fatu, babayu y filósofu", vendedor autónomo de pinganillos y defensor a ultranza de la multiculturalidad, nos ilustra con una muestra de sabiduría ancestral: "Es de justicia que si vas a la tasca del pueblo no te veas obligado a jugar solo al tute. Es vanguardista compartir otros juegos como la brisca, el cinquillo, las siete y media, el subastao... y, oye, los neandertales, que jueguen al solitario". Como lo lee.

A propósito, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el aragonés lo hablan el 1,1% de los habitantes de Aragón, y el bable, el 2,8% de los asturianos. Entre estos últimos, el presidente del Principado, señor Barbón, que en la Conferencia de Presidentes ha iniciado su discurso en español, con una introducción en bable (el de su concejo): «Ye la llingua de los mios güelos, la qu'aprendí a falar nel mio conceyu».

Discúlpeme, "teacher", tiene usted toda la razón. ¡Viva el bable!

Mientras en otros países de nuestro entorno los estudiantes de 14 años hablan inglés como segunda lengua, aquí queremos imponer como asignatura el asturiano, con el aparente objetivo de enfrentar a la ciudadanía, forrarse cuatro, empobrecernos muchos, y aborregar más a las clases menos favorecidas.

Por cosas como estas admiro a los franceses, que tienen nueve lenguas no oficiales y, por ser competencia del Estado, la única lengua oficial es el francés. Una lengua, una bandera, un himno. Por eso nunca conseguimos adelantar a Francia, como prometió solemnemente Zapatero que haríamos en breve, para vergüenza y escarnio del entonces presidente francés, Nicolás Sarkozy.

Por otra parte, creo sinceramente que, si se hiciera una encuesta a todos los padres de Asturias para conocer qué otro idioma prefieren, además de castellano, para sus hijos, veríamos que en las clases medio-altas elegirían el inglés, francés, alemán o incluso chino (muchas veces en universidades o colegios extranjeros), y en las clases medio-bajas, bable. Obvio.

Ahora bien, si solo fuera cuestión de simpatía y buen rollo, me quedo sin duda con el bable porque es un puntazo que, para referirse a un cerdo vietnamita, en español se diga "cerdo"; en inglés, "pig", y en asturiano, "gochu". Impagable.

Llevábamos tiempo adorando al becerro de oro (Éxodo), Sodoma y Gomorra (Génesis) y ahora vamos con la torre de Babel (Génesis). Para creyentes y no creyentes: la Biblia, después de 2.000 años, incontestable.

Saludos cordiales.

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