La Rectoral de Udrión-Oviedo
Como presidente de la Asociación de Vecinos “El Furacón” quiero explicar las dificultades que encontramos para desarrollar nuestra labor. Somos una asociación joven, de parroquia rural, que busca hacer comunidad y mejorar la vida de ciudadanos que viven a unos minutos de Oviedo, capital municipal y del Principado. Hay tantos problemas que merecerían por sí una extensa carta, pero no es lo que nos ocupa ahora. Nos ocupa y preocupa la respuesta del Arzobispado de Oviedo a la petición hecha hace meses al nuevo párroco y por e-mails al ecónomo diocesano por un socio de esta asociación.
Udrión es un pueblo pequeño, sin local alguno donde tener una simple reunión. Para encuentros al aire libre, el campo de la iglesia fue siempre el lugar hasta que hace tres años la caída del muro de contención por fuertes lluvias obligó a cerrarlo, así como el templo parroquial; ambos, tres años después, siguen cerrados, pendientes del litigio entre Arzobispado y Ayuntamiento sobre quién asume el arreglo. Desde el nacimiento de la asociación hasta hace meses, dispusimos del garaje de la casa rectoral gracias a la buena voluntad del anterior párroco, siempre dispuesto a ayudar. Nos permitió usar el garaje para reuniones que, ante las inclemencias del tiempo, no podían desarrollarse a la intemperie. Se usaba solo para asambleas, una o dos veces al año. La directiva se reúne en mi casa regularmente, pero es inviable hacerlo cuando son todos los socios.
Ante nuestra petición, sorprende y disgusta que el Arzobispado –según el actual párroco confirmado por la secretaria del ecónomo- responda que es imposible pues “debe permanecer a disposición completa de la diócesis”. Al parecer, los socios de la asociación no deben ser miembros de la comunidad eclesial. Extraña más cuando hace al menos quince años los párrocos no la han usado –ni la usan- como vivienda al tener otra opción y desplazarse a Udrión cuando su tarea lo requería. Pedimos usar el garaje de una casa sin ocupar hace años, una o dos veces al año.
Imagine el lector nuestra sorpresa, imagine cómo se sienten los vecinos que aportaron trabajo y dinero para comprar la finca y levantar la casa hace sesenta años. No soy docto en la materia, pero disgusta la posición de la Iglesia, que quiere, imagino, servir a la comunidad. Parece increíble que prefiera la casa cerrada a abrirla a vecinos y a la asociación; varios socios participan activamente en la parroquia (trabajan en Cáritas y se desplazan a otro templo de la Unidad Pastoral para los actos religiosos al estar cerrado el de Udrión). Quizá, a la desidia de las instituciones políticas ante la España vaciada se una la del Arzobispado de Oviedo ante el vaciamiento de los templos. Ojalá reflexione; somos una comunidad pequeña, casi insignificante, a la que puede aplicarse la parábola evangélica del grano de mostaza sobre la importancia de lo pequeño y su potencial transformador o las recientes llamadas del Papa Francisco a abrir las puertas eclesiales a las necesidades personales y sociales.
Por favor, ayúdennos a desarrollar nuestra labor, a poner nuestro grano de arena para lograr una comunidad vecinal más unida y un mundo (aunque sea nuestro pequeño mundo) algo más habitable. Gracias.
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