Reflexión de final de curso
Hace unos días recibí un mensaje conmovedor, al menos a mí logró hacerme emocionar y, lo que es mejor, hacerme reflexionar sobre la importancia de la confianza en Educación. El mensaje en cuestión era de una mamá que me decía con orgullo más que justificado cómo su hija finalizaba Bachillerato y celebraba con ilusión el cambio de etapa y las múltiples posibilidades que se le abren. Me agradecía haberla acompañado en el camino durante varios años como profesora particular y apelaba a mi saber hacer. El agradecimiento es por supuesto bidireccional y me atrevo a decir que debe ser mayor por mi parte. No solo a ella, sino a todas las familias que durante un no tan corto periodo de mi vida me abrieron las puertas de sus casas y pusieron en mis manos lo mejor que tienen: sus hijos e hijas. Todas esas familias me dejaron trabajar sin cuestionar ni un ápice mi método, buscando en mí consejo pedagógico y dejándome en muchas ocasiones en la mano decisiones académicas importantes para la trayectoria educativa de sus hijos. Llevo más de diez años trabajando de manera individual con estudiantes de todas las etapas educativas y edades, con necesidades muy diversas y formas de aprender más diferentes aún, y el resultado es siempre el mismo: como docente no puedo permitirme el dejar de aprender si quiero estar a la altura.
El proceso de enseñanza-aprendizaje es en sí mismo el mejor maestro, darme la oportunidad de poder vivirlo de manera personal con cada uno de estos alumnos y alumnas ha sido algo por lo que verdaderamente debo estar agradecida a todas esas familias. Confiar es lo que ha hecho que todos celebremos conjuntamente los éxitos. La Educación es algo tan importante que no se puede construir de manera unilateral, todos necesitamos de todos. No hay agentes implicados que no tengan su importancia, ni hay alumnos difíciles, sino docentes poco formados para dar a cada estudiante lo que necesita. Se trata de aprender de la forma en la que los otros aprenden. Ese debería ser el "leitmotiv" del cuerpo docente, independientemente de la etapa educativa a la que nos enfrentemos.
En estas semanas en las que en Asturias no se deja de oír el binomio "calidad educativa", apelo insistentemente a la formación como única vía de conseguirla. Un profesorado bien formado podrá hacer mucho más que un profesorado cargado de recursos y herramientas. Dicho de un modo que todos entendamos... ¿de qué nos serviría darle a un niño una caja de lápices y un puñado de libretas si no le enseñamos primero cómo se usan para que pueda escribir o dibujar con ellos?
Termino con una doble reflexión muy breve: primero, un mensaje a quienes piden calidad educativa. Hagamos un poco de introspección y pensemos en la calidad de nuestra formación como docentes, ya que, por desgracia, apenas se han visto pancartas en las manifestaciones pidiendo planes formativos para el profesorado. Esa formación, ¿de verdad es suficiente? ¿Somos un cuerpo docente preparado para los retos que exige la Educación del siglo XXI? ¿Nos conformamos con la formación "obligatoria" o somos exigentes y vivimos la necesidad de aprender y reinventarnos? Bajo mi humilde punto de vista, docente comprometido es igual a docente en constante formación y renovación, no cabe otro modo de ser buen docente si no se está firmemente convencido de que esta carrera profesional exige estar permanentemente aprendiendo. Creo que la vocación docente debería ser siempre doble: enseñar y aprender.
Y finalizo con la idea más amable y menos crítica con la que comencé a escribir este texto: agradecimiento. Gracias a todas esas familias de alumnos y alumnas menores de edad y a todos los adultos que también confiasteis y confiáis en mí como docente, no sabría decir quién ha aprendido más.
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