Barberías, su tecnología y algo más
He leído con interés el artículo "Peluquería" publicado el pasado 30 de mayo de 2025 en LA NUEVA ESPAÑA firmado por el señor Jose María de Loma. Como profesional del sector con más de seis décadas de experiencia tengo una visión distinta a varias de sus afirmaciones vertidas en su columna, aunque agradezco que haya puesto el foco en un oficio que, más allá de las modas, sigue siendo esencial en nuestra sociedad.
En primer lugar, me sorprende que se dé por hecho que el término “barbería” esté en peligro de extinción. Le invito, señor De Loma, a pasear por cualquier ciudad española, grande o pequeña, y contar el número de locales que orgullosamente se anuncian como barberías. Muchas de ellas, impulsadas por el renovado interés que el movimiento hipster ha traído consigo, recuperando estética, mobiliario e incluso técnicas tradicionales sin renunciar a la innovación. Es un fenómeno que aúna nostalgia e identidad con modernidad. Le aseguro que el vocablo goza de excelente salud, tanto en el lenguaje como su imagen.
En su artículo, también se refiere a nosotros, los barberos y peluqueros, como “medios de comunicación”. Con todos mis respetos, esa visión me parece un tanto caricaturesca en su relato. Yo he rehuido siempre del papel del peluquero que opina de todo, ese cliché del que muchos de nosotros llevamos décadas intentando desmarcarnos. En mi salón no se imponen la palabra ni el silencio: se respeta el deseo del cliente, se escucha cuando se quiere hablar y se calla cuando se prefiere pensar. Porque cortar el cabello o cuidar la imagen no es solo una cuestión de conversación, sino también de atmósfera, confianza y saber estar. De aconsejar, sugerir y detectar, si las hubiera, esas posibles anomalías que surgen inevitablemente en el cuero cabelludo.
Por otro lado, me parece una omisión que usted no haya advertido el salto tecnológico que ha experimentado el sector en los últimos años. Desde los peines de carbono hasta las tijeras ergonómicas de acero japonés, pasando por secadores iónicos de última generación o productos capilares con principios activos desarrollados en laboratorios nacionales e internacionales. Lo que antes era casi todo manual y rudimentario hoy combina precisión, ciencia y técnica. Y no se trata solo de herramientas: hablamos de formación continua, de estética adaptada a la psicología individual y de salones que son espacios de bienestar para disfrutar nuestros clientes.
Le hago una invitación cordial, señor De Loma: visite mi salón de peluquería psicoestética. En él podrá ver, si así lo desea, mi significativa colección de objetos y utensilios de barbería; algunos de ellos datan del siglo XVII. Desde navajas de afeitar de hoja fina hasta frascos de lociones desaparecidos. Un pequeño museo que atestigua cuánto hemos evolucionado. Esa comparación directa entre el ayer y el hoy quizá le ayude a comprender la distancia entre la nostalgia literaria y la realidad viva del oficio.
En cuanto a su comentario sobre las peluquerías mecanicistas, coincido parcialmente. Sí, existen peluquerías donde el trabajo se ha deshumanizado, donde se ejecuta sin escuchar, donde la moda se impone sin atender a la persona con sus necesidades. Pero esos espacios, créame, están condenados a desaparecer. Porque el verdadero profesional no impone, sugiere, interpreta. La psicoestética enseña que cada corte, cada color, cada gesto estético debe nacer de la armonía entre lo que uno es y cómo desea mostrarse al mundo. Si se pierde esa sintonía, se pierde el arte.
La peluquería, la barbería, no son meros negocios de servicio: son espacios de expresión y de cuidado. Requieren formación, sensibilidad, técnica y respeto. Ni somos confesores obligatorios, ni simples manos que repiten cortes en serie. Somos psicoestetas del presente con conciencia del pasado y proyección hacia el futuro.
Así pues, agradezco su reflexión, aunque no comparta la mayoría de sus conclusiones. Quizá nos separe el enfoque: usted mira con humor literario; yo, con la mirada de quien, día a día, escucha, estudia y trabaja por prestigiar una profesión a la que he dedicado con cariño y profesionalidad mi vida. Lo dicho: le espero en mi salón cuando quiera y si acepta le obsequiaré con un ejemplar de un libro que publiqué recientemente bajo el título "La entrañable historia de un gran oficio. La barbería, museo de toda una vida del psicoesteta Ramiro". Será un placer.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

