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El perfil actual del cínico

19 de Junio del 2025 - CARMEN GONZÁLEZ CASAL

Si hay una postura que detesto, es la de los cínicos. Son lo más opuesto a esa actitud que representa el mejor salvoconducto de la persona: la verdad, la transparencia, la integridad. Y como desde Diógenes de Sinope —el primer cínico, nacido allá por el 412 a. C.— hay tanto sinvergüenza suelto, quiero profundizar en la importancia de la sinceridad, la franqueza o la nobleza, no vaya a ser que se nos desdibujen. Aunque la actual connotación negativa del cinismo poco tenga que ver con su realidad histórica; pero eso no interesa ahora.

Conocer el significado de las palabras nos ayuda a definir los conceptos y a huir de la ambigüedad o los eufemismos. Ambas formas son peligrosas porque no solo nos confunden, sino que nos llevan a caminar por arenas movedizas, sin referentes firmes. Es entonces cuando estamos perdidos.

La RAE define el cinismo como la «desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables», es decir, aquellas que causan deshonra. Los sinónimos arrojan luz sobre cada término perfilando el alcance de lo que un vocablo indica. En el caso que nos ocupa, el español es rico para definir el cinismo apelando a palabras tan contundentes como descaro, desvergüenza, desfachatez, impudor, frescura, inverecundia, obscenidad descarada o imprudencia.

Sumario: Cuando se buscan objetivos más cercanos al interés personal que al beneficio de la ciudadanía

Destacado: Cuánto bien nos hace y cómo necesitamos la mirada directa, la palabra sincera y clara, que piensa y dice lo mismo, con respeto y educación

¡Dios nos libre de caer en el cinismo y de rodearnos de cínicos! Sobre todo, si el cinismo se acomoda en quien desempeña cualquier tipo de poder, porque, al igual que los actores teatrales, impostan lo que no son, se maquillan dependiendo del papel que tengan que interpretar o manipulan con las palabras, gestos o acciones, hasta conseguir lo que marca su guion. Objetivos más cercanos al interés personal que al beneficio de la ciudadanía, como sucede actualmente con los políticos, que han olvidado la finalidad de la «polis», que no es otra que el servicio al bien de los pueblos y de sus gentes.

Desenmascarar al actor, quitarle la careta, descubrir su verdadero rostro, sus intenciones y argucias se convierte entonces en tarea vital y valiente para no sucumbir al engaño. Tarea a veces difícil por la sutileza de mensaje o la agudeza con la que el «figurante» presenta su falso argumentario. Otras, sin embargo, patente por mucho que uno se enroque en su verdad queriendo disfrazarla, pues —ya se sabe— las palabras se las lleva el viento (de ahí que ahora se diga una cosa y mañana la contraria), pero los hechos son tozudos, tenaces, palmarios, difíciles de tergiversar, máxime cuando existen hemerotecas, grabaciones y tantos medios para que nada que en un momento se afirmó quede en el olvido, aunque en el presente se alegue lo contrario simulando, además, una franca sonrisa, como si nada pasara.

Asimismo, estos actores principales suelen llevar tras de sí esa «cla» —como decimos en Asturias— que corea sus éxitos o aplaude sus logros, al igual que los palmeros que acompañan con sus aclamaciones los variados ritmos del flamencos. ¡Esperpéntico...!

Cuánto bien nos hace y cómo necesitamos la mirada directa, la palabra sincera y clara, que piensa y dice lo mismo, con respeto y educación. El discurso que no esconde un falso fondo, una doble vara de medir, un engaño solapado aunque reiterado, que cohabita con la corrupción y la hipocresía.

Qué bien hace, por tanto —a nivel personal y colectivo como sociedad—, practicar la integridad, la no doblez, que no es otra cosa que la honradez y decencia; o, lo que es lo mismo, entender, aceptar y elegir vivir conforme a unos principios éticos y morales. Porque quien procura vivir así demuestra conscientemente que sus hechos, sus palabras, sus elecciones, amistades, planes, su tenor de vida, en definitiva, no contemporizan con la corrupción, la hipocresía, la desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones reprochables.

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