El poder de mirarse con respeto
¿Cuántas veces te has mirado al espejo y lo primero que has visto ha sido lo que no te gusta?
También puede que te hayas dicho que lo estético es superficial, que dedicar tiempo a la imagen es cosa de vanidosas. Pero, por otro lado, cuando nos vemos con aspecto cansado o descuidado, y sabemos que no estamos dedicando un mínimo esfuerzo a vernos mejor, ese malestar puede condicionar todo el día.
El 24 de junio —Día del Maquillador— es una ocasión perfecta para recordar que esta profesión va mucho más allá de los pinceles y la técnica: es una forma de acompañar a las personas a reencontrarse con su imagen, a descubrir su belleza y a ganar —y proyectar— más seguridad en sí mismas.
Muchas veces no es desinterés, sino desconocimiento. No saber por dónde empezar. O recordar el último intento frustrante, cuando tratamos de maquillarnos —o dejamos que nos maquillaran— y no nos gustó el resultado. Entonces nos convencemos de que “no va con nosotras”, o de que “no tenemos maña”, o, peor aún, de que “no tenemos arreglo”. Pero no es así.
Esta profesión va mucho más allá de los pinceles y la técnica: es una forma de acompañar a las personas a reencontrarse con su imagen, a descubrir su belleza y a ganar y proyectar más seguridad en sí mismas
Desde el comienzo de mi carrera como maquilladora y asesora de imagen, hace ya diez años, he tenido claro que mi misión —y el verdadero poder del maquillaje— no está en transformar o “arreglar” a la persona, sino en ayudarla a ver lo que ya tiene. A reconocer lo que la hace especial. Mi enfoque, tanto al maquillar para eventos como en las clases de automaquillaje, se basa en la autenticidad y la autoestima. El maquillaje no tiene por qué ser una máscara: puede ser una herramienta para verse “una misma, pero mejor”; con buena cara, con luz, con coherencia. Y para sentirnos como queremos mostrarnos, sin disfrazarnos.
Las mujeres que vienen a mis clases no buscan parecerse a nadie más. Lo que quieren es aprender a sacarse partido con lo que tienen, sin recargar, sin seguir normas rígidas, sin acumular productos. Quieren ser autosuficientes, sentirse bien y ganar claridad sobre qué les favorece. Y también dejar de fijarse solo en sus imperfecciones. No se trata de ocultar, sino de destacar lo que ya hay de bueno.
Yo les enseño a tener criterio: a preguntarse qué efecto buscan, para qué sirve cada producto, si realmente lo necesitan. No se precisa una maleta entera de maquillaje para lograr un buen resultado, sino conocimiento, práctica… y una nueva forma de mirarse. Una que nace del respeto, del autoconocimiento y del deseo de cuidarse sin dejar de ser una misma.
Detrás de cada maquillaje bien aplicado también hay una mujer que gestiona su tiempo, su negocio, sus emociones. Esa parte, a menudo invisible, también merece ser celebrada. Como profesional, me siento afortunada de poder acompañar a otras mujeres a sentirse seguras, capaces y visibles. Y agradezco formar parte de una red de profesionales como Mujeres de Empresa, que trabajamos cada día por aportar valor desde lo que mejor sabemos hacer.
PILAR RETEGUI ES ASESORA DE IMAGEN, MAQUILLADORA PROFESIONAL Y ASOCIADA DE MUJERES DE EMPRESA
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