El Gobierno del trueque inmoral
Pedro Sánchez ha construido su poder sobre un intercambio vergonzoso con quienes atacaron el orden constitucional. Su Gobierno no se apoya en principios ni en un proyecto de país: se sostiene sobre la cesión a golpistas, corruptos, prófugos y herederos del terrorismo. Cada uno con su precio. Cada uno con su recompensa.
A los condenados por el procés se les indultó. A los fugados se les prepara una amnistía que insulta al Estado de derecho. A Bildu, la marca blanca de ETA, se le han abierto las puertas del poder como si no tuvieran cadáveres detrás. A los corruptos que agachan la cabeza se les limpia el historial. Todo, para que Sánchez siga sentado en la Moncloa.
Y, mientras tanto, los jueces son señalados por hacer su trabajo, los periodistas críticos son acosados o silenciados, y el Gobierno promueve una ideología sectaria que divide a la sociedad y criminaliza a quien no comulga con el discurso oficial.
Hemos llegado al absurdo de ver a diputados traduciéndose entre ellos, como si no compartieran el castellano, lengua en común. Un insulto a la inteligencia, un despilfarro de dinero público, una pantomima identitaria costeada por los contribuyentes. El esperpento no tiene límite.
Se financian chiringuitos ideológicos, bajo la etiqueta del feminismo, que no ofrecen ni una solución real ante la tragedia de la violencia, mientras se multiplican los cargos, observatorios, secretarías y "consejerías de Igualdad" que solo repiten dogmas vacíos y generan empleo para los suyos. ¿Resultados? Cero. ¿Pasta? Toda.
El lenguaje inclusivo, forzado, ridículo y ofensivo, se impone en las instituciones como si resolver la desigualdad pasara por deformar el idioma. No es inclusión. Es propaganda.
Podemos, ERC, PNV, Sumar y demás socios de Frankenstein callan, aplauden o fingen diferencias para no soltar la teta del poder. Tienen miedo a una moción de censura porque saben que la alternativa sería devolverle la voz al pueblo. Y eso les aterra más que cualquier escándalo. Son cómplices de todas las indecencias del sanchismo: tanto mata el que mata como el que tira de la pata.
Sánchez ha destruido la independencia de las instituciones, ha roto la equidad ante la ley y ha convertido la política en un mercado persa de favores. No hay principios, solo cálculo. No hay verdad, solo relato. No hay nación, solo parcelas de poder. No hay democracia, solo autocracia.
Mientras los españoles trabajan, pagan impuestos y se sacrifican para salir adelante, el presidente y su corte reparten privilegios, subvenciones, cargos y blindajes judiciales. La perversión no está en los que protestan. Está en quienes gobiernan como si España les perteneciera.
La democracia no es este teatro. Es hora de desmontarlo.
Ya de repetirme, me cansa. La estrategia de Pedro consiste en eso precisamente, que los ciudadanos cansemos de ser críticos, es sabedor de que la gente tiene sus propios problemas, muchos derivados de un gobierno nefasto, y que se olvidan. Lo suyo es un resistir al precio que sea. Lo nuestro debería ser recordarle que se vaya.
No puedo soportar que mi partido esté en manos de estos impresentables.
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