Oviedismo y mitología
El oviedismo ha pasado por una catarsis colectiva sin precedente en analogía. La ciudad enloqueció como nunca en fondo y forma. Hay mucho de tragedia griega en esta simbiosis del equipo con la ciudad. El sufrimiento, el profundo llanto, la palabra entrecortada, la lágrima en la mirada. Los dioses Eros o Cupido han clavado en nuestra piel una buena flecha y el oviedismo, a sabiendas del hondo dolor, nunca pudo ni quiso vivir sin ese sufrir. Recuerdo el cuadro de Tiziano, pintor veneciano, de "Venus y Adonis", en el que la diosa Venus, aun a sabiendas de la muerte prematura de su amado, no puede dejar de quererlo y se arrastra tras él sin querer aceptar su marcha.
Los antiguos griegos crearon mitos, narraciones que pasaron de padres a hijos y así sucesivamente para explicar los fenómenos que no podían comprender; pues bien, ahora nosotros hemos creado nuestro propio mito: Santi Cazorla, que habita en el monte totémico del Naranco y desde allí bajó al campo de batalla del Carlos Tartiere para proporcionar un estallido de alegría de tal magnitud que solo los dioses del Olimpo y del Naranco pueden dar.
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