Veranear en Sevilla
Pasar las vacaciones de verano en Sevilla parece una contradicción, pero puede ser muy agradable, incluso teniendo en cuenta que al volver hay que dar muchas explicaciones sobre el calor... Sí, a orillas del Guadalquivir hace calor, qué duda cabe. No obstante, esa sensación puede ser amable si se dosifica; al fin y al cabo, muchos opinan que esa “caló” que llega a los huesos es lo bueno, lo genuino, lo que hay que vivirse en verano, que para eso es verano. Y además al termómetro se le puede dar el quiebro, como al toro con las banderillas, de una manera que tiene mucho de arte, de oficio o afición a las contraventanas, cierres y penumbras; a los gazpachos, mojitos y botijos y al musical chorrito de agua en la fuente del patio, entre jazmines, damas de noche y geranios...
Pero no solo es cuestión de sol; en Sevilla hay gracia, ganas de vivir, alegría y amabilidad, ¡chiquillo!; gracejo de la gente, la mucha gente que por la calle parece no darse cuenta de la maravilla arquitectónica y urbanística de sus jardines, placitas, iglesias y palacios. De la profusa y colorista decoración, de las fachadas elegantes y de los rincones aún más humildes. Y del río, imponente, y de sus puentes... ¡Ay!, el puente de Triana...
Todo esto es un bello contrapunto: la luz de una sombra, el cantar de los susurros, el brillo de la solidez opaca. Porque si, como escribió Emilio Alarcos, “el nombre de Oviedo, con sus tres sílabas, dos consonantes y cuatro vocales, exhala un perfume de niebla, manzana y carbonilla”, del apelativo de Sevilla, con Manuel Pareja Obregón, el genial autor de sevillanas, se puede oír: “Sevilla tiene una cosa / que solo tiene Sevilla, / luna, flor, sol y mantilla; / una risa y una pena... / Y la Virgen Macarena, / que también es de Sevilla”.
Para un año en Asturias, donde, al decir de Pérez de Ayala, “la niebla inverniza roba, de la noche a la mañana, las montañas de su horizonte, para devolverlas a su lugar con el sol de primavera”, darse un baño de caló hasta los huesos, de olor a miel de la dama de noche, de Guadalquivires y Macarenas; un baño de vinos olorosos, fuentes y Giraldas puede ser una saludable y enriquecedora experiencia de vacaciones. Y más en estos tiempos que nos han llenado de amenazas, inundaciones, sustos, apagones y temores... ¡Que viva Sevilla! He veraneado cinco años casi seguidos en Sevilla, cuando apenas había aire acondicionado en las viviendas, y volvería a hacerlo.
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