Benditas lágrimas, maldito infierno
Después de un partido muy difícil, el Oviedo, mi Oviedín del alma, consigue el ansiado ascenso a Primera División. Por fin ponemos punto final a 24 años que se asemejaron demasiado a un maldito infierno.
La tensión y el sufrimiento durante el partido apenas me dejan caer cuatro lágrimas al final del mismo. Ya más en frío, el domingo y el lunes, deslizo algunas lágrimas más. Inmediatamente vienen a mi memoria recuerdos imborrables, como cuando iba con 7 u 8 años (hoy en mi DNI figuran 61) al viejo Tartiere de la mano de mi padre; recuerdo cuando, en los muy malos momentos, mi madre, a la que no le gustaba el fútbol, se quiso hacer socia del club para evitar su desaparición. Recuerdo, como si fuera hoy, el ascenso en el año 88, el ascenso en Cádiz, grandes victorias y duras y dolorosas derrotas.
Dicen que de bien nacidos es ser agradecidos, así que millones de gracias a todos los que aportaron (aportamos) su granito de arena en la ampliación de capital de un club que estaba en la UCI y al que todos daban por muerto. Gracias eternas a Carso, que apostó por nosotros sin mucho sentido; al Grupo Pachuca, que tomó el relevo con una gestión impecable hasta el momento; a Sid Lowe, periodista que proyectó al mundo la imagen del oviedismo, y al Real Madrid, que aportó 100.000 euros y fue el único club español en hacerlo.
El que no viva el fútbol no entenderá cómo pueden aflorar estos sentimientos en la gente. Una famosa frase dice: "Hay cosas del corazón que la razón no entiende". Y de eso va esto, de corazón, de pasión, de sentimiento, de amor incondicional e INQUEBRANTABLE a los colores de tu equipo.
Mis padres ya no podrán disfrutar de esta enorme alegría; por ellos y por todos los que ya no están y vivieron el amor al Oviedo, nuestro Oviedín del alma, va esta humilde carta. Ojalá, allá donde estén, pudieran saber que el Oviedo, nuestro querido Oviedín del alma, ha vuelto y ha conseguido ascender a Primera División 24 años después. Sin duda volvemos más fuerte, porque ya sabemos lo que es resurgir de nuestras cenizas.
Vuelve a salir el sol en la noble y leal ciudad de Oviedo.
Benditas lágrimas, maldito infierno.
Siempre ¡¡¡Hala Oviedo!!!!
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