¿Por qué nadie me había hablado de Shakespeare?
La obviedad causa rechazo. Es por ello que he pasado más años de los que me gustaría admitir renegando de todo aquello que lleve la ostentosa etiqueta de "clásico", especialmente en lo que a la literatura y las artes se refiere. Así, de manera paradójica el más célebre autor de la historia de la literatura inglesa me resultaba una evidencia tal que se tornó banalidad: leer a Shakespeare era para mí sinónimo de esnobismo y pretenciosidad.
He aquí el giro que el lector estaba esperando: sí, Shakespeare es todo eso de lo que la gente habla, y más. Mi conclusiva fascinación por este y muchos otros "clásicos", no obstante, me ha llevado a una revelación un poco menos predecible: nuestros gustos se parecen más al amor que a la educación. Hay algo curioso en la razón por la que prestamos atención a ciertas cosas, ajeno a una dimensión didáctica o moralizante. En muchas ocasiones, nuestro interés por algo depende en gran medida de las personas que nos lo recomiendan.
Somos una labor de retazos, hechos de las cosas que amamos, las personas a las que amamos, y las cosas que aman las personas que amamos. Siempre cocino el arroz de una determinada manera porque es la que le gusta a mi abuela, sigo escuchando al grupo favorito de mi mejor amiga cuando íbamos al instituto, y me gusta el olor a colonia Don Algodón porque la relaciono con quien la usaba. De manera similar, no fue hasta que alguien a quien amo y respeto me recomendó que leyera "Hamlet" que decidí darle una oportunidad. Es mi profunda admiración por la persona la que me llevó a interesarme por las cosas que le interesaran a ella y me sumergiera y educara en un mundo previamente desconocido (y rehusado) para mí; la educación vino después, el amor fue primero.
Nuestro horizonte de conocimiento y, por extensión, nuestra propia personalidad y mundo exterior, se expanden gracias a las personas que respetamos y queremos. En un mundo donde nuestros gustos y atención son presa de algoritmos y marketing, compartir recomendaciones es un acto de resistencia. Debemos consumir aquello que amamos y pasar tiempo con aquellos a quienes amamos, pues aquello que nos cambia de verdad casi nunca viene solo: alguien nos lo puso en las manos.
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