Disparatado y grotesco
Viernes 27 de junio. Poco más de las dos y diez de la tarde. Selorio (Villaviciosa), restaurante Casa Rula. Local prácticamente vacío, todavía. Mesa para dos personas reservada con antelación. Conversación con la empleada encargada de atender en primer lugar a los clientes después de que esta señalara una ubicación determinada en una galería interior con ventanal del local. "¿No sería posible una mesa exterior, en el jardín?". La camarera no da opción. No rotundo. Está todo ocupado. Bueno, vale.
Aproximadamente cinco minutos más tarde una pareja que llega al establecimiento inmediatamente después que la anterior y a la que habían situado en el interior del restaurante pregunta también: "¿No tendrían algo fuera?". Respuesta del aparentemente dueño o responsable del establecimiento: “Sí, aquella de allí a la derecha”. El cliente que había llegado primero comenta que él había hecho la misma solicitud con resultado negativo. El propietario, o al menos portavoz del restaurante, explica que el día anterior había habido una cena con muchas mesas juntas en el exterior del local y que al separarlas no se habían percatado de que alguna no estaba aún reservada. Esa es la explicación, pero que no convence al cliente que había llegado primero, ya que no le da opción a poder disfrutar de una mesa en el jardín. No discute, no alza la voz, aunque ciertamente no pone buena cara. Entonces, la pareja a la que habían dado la mesa comenta que está dispuesta a cedérsela a quien primero la había solicitado. “No, no”, dicen los que habían llegado antes. “Lo sucedido no es culpa suya, es del restaurante”. Y aquí es donde viene lo disparatado, lo grotesco, lo descortés, lo incómodo, lo impertinente, lo incorrecto, a fin de cuentas, de todo lo sucedido. “Váyase, yo a usted no le sirvo”, comenta el encargado del bar. Que añade: “No tengo problema, esta mesa la ocupo dentro de pocos minutos”. El cliente, sin más, sin una palabra más alta que otra, abandona el lugar. ¡Estaría bueno intentar seguir allí! Se fue a otro restaurante a poco más de cien metros, en el que comió estupendamente y con una excelente atención.
Señor José Luis Álvarez Almeida, presidente de la hostelería asturiana, qué se puede hacer para evitar que se repitan situaciones como esta, que dejan al sector en tan mal lugar. Por cierto, no era la primera vez que sucedía algo así en ese establecimiento.
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