En chasis

3 de Julio del 2025 - Aitor Santos González (Oviedo)

Se habla mucho de cuidar a los que más lo necesitan. De atención social, de compromiso, de vocación. Pero muy poco se dice de quienes sostenemos ese compromiso cada día con nuestras propias manos, con nuestras propias vidas. Somos quienes trabajamos en el ámbito social, muchas veces desde el llamado "tercer sector", ese espacio que -aunque no lo parezca- es cada vez más un negocio y menos una garantía de derechos.

Imaginemos por un momento lo que supone vivir con 1.300 euros al mes en doce pagas. Imaginemos hacerlo mientras se trabaja de noche, al revés del mundo, sumando el desgaste físico de los turnos y el peso emocional de acompañar el dolor de otros. Quienes trabajamos con personas en situación de vulnerabilidad lo hacemos porque creemos en ello. Pero querer tu trabajo no puede significar dejarte la salud en él.

Las condiciones son tan duras que muchos y muchas terminamos buscando una salida. Porque no hay futuro. Porque con este sueldo no se puede soñar con una casa, con hijos, con un proyecto vital. Mientras tanto, los sueldos de quienes dirigen estas entidades -y reciben fondos públicos- son un secreto bien guardado.

Hay días tranquilos, sí. Pero también los hay que te dejan sin aliento. Las bajas por depresión, por ansiedad, por estrés, son el pan de cada día. Algunas personas siguen trabajando incluso cuando ya no pueden más, porque no hay alternativa, porque hay que llenar la nevera, porque no tienen red, o porque son la red de alguien más.

Hace poco, una compañera fue asesinada. Es el caso más extremo, pero no el único signo de un sistema que no cuida. ¿Cuántas compañeras han sufrido agresiones? ¿Cuántos están extenuados? ¿Cuántas noches se pasan solas, aunque desde la Consejería se niegue una y otra vez? La señora consejera, Marta del Arco, dice que todo está cubierto, pero solo cuenta lo que le interesa: a veces incluye los servicios privatizados, a veces no. Según convenga.

Quien tenga cerca a alguien que trabaje en este sector, puede preguntarle. Seguro que tiene muchas historias que contar: de precariedad, de abandono, de miedo. En este trabajo, quienes atendemos a personas vulnerables, terminamos siendo también vulnerables. Estoy seguro que ya hay compañeros o compañeras que hoy están solicitando las mismas ayudas que gestionaban hace unos años. Porque no llegan. Porque no pueden más.

Al final, por culpa de las políticas de la Consejería y del modelo de gestión privatizado del tercer sector, el trabajo nos cuesta la salud... y en algunos casos, la vida.

Así que, gracias, señora consejera Marta del Arco. Gracias, entidades del tercer sector. Gracias por dejarnos en chasis. Literalmente.

Aitor Santos González es

auxiliar educador

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