No todo es machismo: el atajo misándrico que impide ver la tragedia completa
Un hombre de 90 años mata a su esposa de 86. La noticia no tarda en ser clasificada como "violencia machista". Titular rápido, etiqueta lista. Caso cerrado. Pero, ¿de verdad entendimos algo?
Convertir cada tragedia entre un hombre y una mujer en un acto de machismo sistemático es un atajo cómodo, pero peligroso. Simplifica lo complejo, borra los matices y -peor aún- impide ver las verdaderas causas que podrían haber evitado la tragedia.
¿Se preguntó alguien si esta pareja estaba sola, abandonada por el sistema? ¿Si había demencia, dolor crónico, depresión, falta de atención médica? ¿Si ambos vivían en un contexto de deterioro físico y mental, sin acompañamiento, sin medios, sin salida?
A veces no es odio, ni dominio, ni machismo. A veces es desesperación, confusión, olvido. Y cuando reducimos todo al machismo, no solo erramos el diagnóstico: negamos también que nuestros mayores están muriendo en soledad, a veces lentamente, a veces de golpe, y casi siempre sin que nadie mire.
No se trata de justificar crímenes. Se trata de entenderlos. Porque si todo es violencia machista, nada lo es. Y en ese atajo, además de justicia, perdemos compasión, razón y soluciones reales.
A veces el abandono de nuestras instituciones es el causante de muchas de estas tragedias familiares, con leyes, señalamientos a todos los hombres, directrices erróneas y total desentendimiento en otras. En este caso, la política de violencia de género está liderada por ustedes, por las feministas, que durante más de veinte años llevan viviendo como reinas de este tema sin solucionar absolutamente nada. Es más, todo va a peor.
Les va en ello chiringuitos, subvenciones, presupuestos inmensos y cargos muy bien remunerados.
Si no formas parte de la solución, ya eres parte del problema.
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