¿Es seria una huelga de médicos ahora?
En medio del caos creciente que atraviesa la sanidad pública, se habla de huelgas, de condiciones laborales, de salarios y de falta de personal. Pero ¿quién habla de lo esencial? ¿Quién se acuerda de lo verdaderamente importante: el paciente?
La efectividad para el paciente, que es lo único que debería importar, está cada vez más en entredicho. La atención primaria se ha convertido en una carrera de obstáculos, donde pedir una cita médica supone esperar varios días. Esto no es sanidad: esto es abandono. Es dejadez. Es, por definición, negligencia institucionalizada.
Un sistema al borde del colapso: Nos enfrentamos a un sistema sostenido con nuestros impuestos que ha olvidado su propósito. No existe para sí mismo, ni para proteger los intereses corporativos de quienes trabajan en él. Existe para atender a los pacientes y sus familias, y si no puede cumplir con esa función básica, entonces ha perdido el sentido.
Se habla de reforzar plantillas, mejorar salarios, arreglar horarios. Bien. Todo eso es necesario. Pero antes de eso, y por encima de todo, hay que garantizar que cualquier ciudadano pueda ser atendido por un médico de cabecera el mismo día que lo necesita, y no pasado mañana o dentro de una semana. Que no se espere meses para ver a un especialista. Que las pruebas diagnósticas no se dilaten hasta hacer inservible el diagnóstico. Porque una sanidad que llega tarde deja de ser solución y se convierte en un delictivo proceder.
La sala de espera vacía en atención primaria no es un éxito: es una señal de derrota. Los pacientes, hartos de esperar, acuden directamente a urgencias, saturando un servicio que debería ser la última línea, no la primera. Y mientras tanto, se invierten recursos en sistemas de citas, filtros telefónicos y triajes que alejan al ciudadano de la atención real. Una atención primaria así sobra, no corresponde con aquellos médicos de familia que en sus ocho horas de trabajo se ganaban admiración y confianza por su profesionalidad.
Las huelgas: ¿legítimas o irresponsables? Muchos profesionales sanitarios son víctimas del mismo sistema que nosotros. Agotados, mal pagados, ninguneados. Pero una huelga que paraliza aún más la atención no puede pretender nuestro apoyo si no parte de una premisa clara: asegurar primero la atención inmediata a quienes la necesitan.
Las reivindicaciones laborales solo cobrarán sentido cuando la atención al paciente deje de estar en peligro. Porque ahora mismo, lo único que percibe el ciudadano es desatención, y eso -nos guste o no- anula cualquier causa por legítima que sea.
Basta ya: Esperar más de un día para ver al médico de cabecera. Esperar meses para un especialista. Esperar aún más para pruebas y resultados. Convertir en imposible lo que debería ser sencillo y en tardía la solución a lo que aún tenía remedio. Eso no es un mal funcionamiento: eso es una forma de violencia sanitaria, y debería tener consecuencias legales y políticas.
Una exigencia clara: Aquí no hacen falta más discursos, ni más excusas, ni más maniobras. Hace falta una sola cosa: atención a tiempo. A partir de ahí, todo lo demás puede debatirse. Pero sin esto, el sistema se derrumba. Y con él, la confianza de una ciudadanía que ya ha perdido demasiado.
La sanidad es de los pacientes. No es propiedad de quienes trabajan en ella, ni de quienes la gestionan. No puede seguir funcionando como un feudo. Y si esto no se entiende pronto, la sanidad pública -tal y como la conocemos- dejará de existir.
Son necesarios servicios de atención a pacientes y familiares efectivos y resolutivos -sin tanta burocracia y obstáculo como la de atención al paciente- que faciliten, recojan y den solución al malestar por desatención creciente en nuestra sanidad. Que eleven la denuncia a donde corresponda solucionar cada caso, incluido el judicial. La sanidad pública debe regresar a su origen y justificación, lo único importante en ella: son los pacientes.
Sanidad sin atención a tiempo no es sanidad, es negligencia.
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