Una de supositorios
¿Se imaginan ustedes que, en aquellos momentos, turbados, acongojados y acojonadillos como estaban los discípulos de Jesús de Nazareth, tras su brutal prendimiento, hubieran designado a uno de ellos -por ejemplo, a Simón Pedro por aquello de sus recientes negaciones- para ejercer de asesor de gobernador y sanedrín en los detalles de la tortura a la que iban a condenarlo en cumplimiento de las Escrituras? Algo así como emplazamiento, forma y dimensiones de la cruz.
Vale. No se lo imaginan.
Pues resulta que, contra todo pronóstico, y no sé si decir contra toda lógica y... etcétera, la Archidiócesis de Madrid designa a uno de sus respetables miembros como vocal en la comisión encargada de valorar el concurso de ideas para redefinir -desacralizar y desmitificar para unos, profanar para otros- esa basílica coronada por la Cruz del Valle de los Caídos, cuya demolición es objetivo jubilar de las otras Escrituras en su edición encuadernada en piel de toro.
Vamos, que se echan de menos por estos lares esos milagros que, como dicen las malas lenguas, han dejado de prodigarse desde que todos andamos con la máquina de selfis en el bolso.
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